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Todos con el IP en la boca (*)
Autor: Luis Ángel Fernández Hermana 03/12/1996 Fuente de la información: Revista en.red.ando Temáticas:
Historia red
Política
Ciberderechos
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Editorial número 48
Tenemos la inforamción, pero no la verdad (Proverbio chino, probablemente post-Mao)
Lewis Mumford decía que el signo de "maduración" de una agrupación humana
era la aparición de un cuerpo especializado en las tareas de vigilancia.
Allí donde la función de policía había sido tradicionalmente asumida por el
propio colectivo humano, llegaba un momento en que su complejidad
organizativa y la consolidación de funciones de acuerdo a clases sociales
(y viceversa), se confabulaban para segregar la institución que, a partir
de entonces, se encargaba de mantener el orden. No hace falta que
recorramos ahora nuestra historia para ahondar en todos los fenómenos que
se desencadenaban a partir de ese momento. Uno de ellos, de particular
importancia, era la disparidad que comenzaba a producirse entre la idea de
orden de unos y otros, de los encargados de inyectarle contenido y
preservarlo y de quienes debían acatarlo o querían reformularlo. En muchas
instancias, que han dado lugar a procesos históricos señalados, la
institución alcanzaba incluso una autonomía respecto al orden y la
comunidad que muchos han sentido en sus propias carnes.
Internet, como colectividad humana, no es ajena al principio descrito por
Mumford. Durante más de veintitantos años, la Red se ha vigilado ella misma
a través de las normas de Netiquette o del consenso puntual entre
comunidades virtuales. Hasta que llegó la Web, ese irresistible afrodisíaco
digital, que disparó la población de Internet a escalas impensables hasta
1993 y convirtió a la red de redes en un proyecto de urbe global con todas
las virtudes y defectos de cualquiera de las que hemos construido desde la
noche de los tiempos. Su "maduración" ha agitado la consigna del orden y,
tras ella, han comenzado a aparecer las ciberpolicías amparadas por el
desconcierto creciente de los guardianes modernos del orden diseñado por
ellos: los Estados. En EEUU, donde primero surgió la colectividad
internauta, ésta ya se las ha visto cara a cara con la decente pluma
digital de Clinton, con el FBI, la discretísima Agencia Nacional de
Seguridad (NSA, con casa-cuartel en la Casa Blanca aunque no figura en los
presupuestos), la CIA y otras agencias de seguridad. Todas ellas comparten
la preocupación por introducir un elemento de su orden en el orden
desordenado del ciberespacio. Esta fase de la "maduración" de Internet en
aquel país ha dado a luz a su correspondiente contrapartida: las numerosas
organizaciones dedicadas a defender los derechos de los usuarios y, sobre
todo, el de autoorganizarse como mejor les depare su entendimiento, de una
madurez irritante a juzgar por el nerviosismo que despierta en los sectores
"desconectados".
Europa, en general, y España, en particular, hasta ahora se habían
mantenido en los márgenes de este proceso. Algún que otro hipo, por lo
general al hilo de algún suceso puntual, pero poco más, aunque no por ello
los poderes habían dejado de manifestar en varias ocasiones su creciente
inquietud ante ese mundo virtual que se les escapaba de las manos. Pues
bien, se acabó la fiesta. Debemos felicitarnos porque ya somos maduros y
comenzamos a entrar en la modernidad digital. La Guardia Civil española ha
decidido crear una "Comandancia Virtual", con página web propia, que saldrá
a la Red en enero. Y, de paso, pondrá en funcionamiento un cuerpo integrado
por especialistas que, además de vigilar las redes en las lenguas
constitucionales, se coordinará con las policías de otros países para
detectar y perseguir los denominados "delitos cibernéticos". El anuncio de
estas viejas funciones en el nuevo medio se hizo en Barcelona el pasado
fin de semana, a poca distancia de donde se celebraba el III Congreso de
Periodistas, cuya ponencia central fue la de periodismo digital. Son este
tipo de concomitancias las que solían sorprender a Pedro Navaja.
La ciberpolicía española cuenta con una gran ventaja sobre sus colegas de
otros países, según confesión de parte: Infovía. Telefónica quiere que la Red sea cada vez más segura y está diseñando versiones de su sistema en las
que cada usuario estará perfectamente identificado, aquí, en España, o en
América Latina, donde la empresa espera que Infovía se convierta en el
estándar para navegar por la Red. La razón es obvia, pero la aclaro por si
alguien está espeso a esta hora del día: sin seguridad no hay comercio, y
sin comercio no hay red. Eso dicen.
No vamos a levantar ninguna teoría conspiratoria a esta altura del partido.
Ni vamos a caer en la estúpida trampa de "quien no tenga nada que ocultar
no tiene nada que temer". No tengo ni tenemos nada que ocultar, ni tengo ni
tenemos nada que temer. Pero sí quiero (no pluralizo en aras de la
pluralidad), insisto, sí quiero saber lo que ellos van a saber. Porque si
no tienen nada que temer de quienes no tenemos nada que ocultar, no tienen
nada que ocultar de lo que nosotros no tenemos nada que temer: la
información que queremos brindar de manera abierta y transparente en la Red. No quiero encontrarme con sorpresas, ni que alguien sepa más de lo que
cada uno quiere ofrecer. Somos perros viejos en esta historia que suele
empezar con la vigilancia del crimen organizado y terminamos todos
organizados en la criminalización por razón de los webs que visitamos.
Sobre todo si resulta que preferimos una idea del orden diferente a la que
defienden los agentes del orden.
La única forma de evitar despropósitos es regular con claridad meridiana el
ámbito de actuación de las ciberpolicías, encuadrarla en un marco legal en
cuya definición y control participen los internautas y, por consecuencia,
establecer la función que desempeñarán los organismos propios de que se
dotarán éstos para debatir y decidir estas cuestiones. Esta es la parte de
la maduración en la que vamos un poco retrasadillos. Estamos tan
entretenidos con la interacción lateral, tan propia del mundo digital, que
estamos dejando para otro día el de la acción directa. Mientras tanto, los
servidores (las máquinas, no los otros) siguen siendo puertas susceptibles
de recibir un patadón sin que el interfecto se entere. Si la cosa sale
bien, siempre habrá tiempo para un mandamiento judicial. Si no, seguro que
todo habrá sido cosa de los hackers. Nada y todo nos autoriza a ser
malpensados. Por lo menos hasta que surjan organizaciones en la Red que
asuman la vigilancia del ejercicio de los ciberderechos, lo cual debería
marcar claramente el terreno de juego de la ciberpolicía. Porque no todo en
la Red será negocio, por más que se empeñen en querer vendernos esta idea
esos apasionados liberales que ven con desesperación cómo circula por ahí
tanto bit suelto sin precio y, por tanto, descontrolado.
A continuación, el discurso completo que el 29 de noviembre de 1996 debía pronunciar en
Barcelona el Director General de la Guardia Civil, Santiago López
Valdivieso, para inaugurar las Jornadas sobre el Delito Cibernético,
subtituladas "El mundo digital y la Guardia Civil: el marco legal del
Ciberespacio". Debido a causas de fuerza mayor, el señor López Valdivieso
no pudo acudir a la sesión de apertura y delegó en otro cargo de la
Institución la lectura del discurso:
(*) En la época de la represión franquista se puso de moda el dicho: "Vayan
saliendo con el carnet de identidad en la boca", frase conminatoria con que
la policía iniciaba sus acciones "disuasorias" ante la formación de grupos
con evidentes intenciones aviesas y subversivas, ya fuera en un cine-forum
o una célula de propaganda antifranquista. El titular de este en.red.ando
se lo debo a Jordi Vendrell, quien me lo regaló mientras se comía un
exquisito calamar a la romana en una pausa del III Congreso de Periodistas
Catalanes.
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