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> Artículos > Revista en.red.ando > Artículos en.red.ando 1996
¡Estorninos al ataque!

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
02/4/1996
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Temáticas:  Internet  Historia red 

Editorial número 13

Bienvenido el que algo ha traído


Como si fuéramos una bandada de pájaros que acaba de agruparse sin saber de donde viene cada uno de ellos, pero que descubre un objetivo colectivo por el sólo hecho de volar juntos, los internautas, cualquiera sea su plumaje, dimensiones o tipo de pico, trabajan afanosamente para elaborar un concepto nuevo anclado en atávicas percepciones: la creación de un territorio doméstico que satisfaga las estrictas necesidades del momento y, al mismo tiempo, la creación de momentos que se correspondan con las estrictas necesidades de disponer de un territorio doméstico para satisfacerlos.

En el cumplimiento de estos objetivos no planificados, ni siquiera premeditados, parecemos una bandada de estorninos. Nadie guía al grupo, no hay representaciones mentales claras del entorno en el que nos desenvolvemos (el ciberespacio); sin embargo, nos movemos como si fuéramos una población de redes neuronales, cada una estrechamente conectada entre sí y con ese entorno.
No disponemos de una nítida representación del ciberespacio codificada en un determinado tipo de lenguaje que integre un mapa cognoscitivo de nuestros alrededores. No creamos nuestro territorio digital como operaciones simbólicas basadas en estas representaciones. El territorio doméstico se crea, pero de manera no lineal. Las estructuras ordenadas de nuestros barrios aparecen por generación espontánea, tal y como se nos aparece el ataque final de los estorninos a los árboles que les cobijarán durante la noche: porciones de la bandada se lanzan repentinamente en picado y cada individuo vuela hacia un sitio que parecía previamente asignado, pero que de hecho se apropia de él sólo en el instante que lo ocupa en estrecha conexión con el resto de la banda.

El árbol de Internet no cesa de recrearse. El territorio doméstico digital se prefigura cada día, casi cada minuto, mediante la ocupación por parte de los internautas de las ramas existentes o de las nuevas que aparecen constantemente, lo cual vuelve a modificar el entorno recién creado. Ésta es quizá una de las grandes dificultades, sino la mayor, para comprender cabalmente lo que está sucediendo con la Red, entendida en el sentido más vasto del término.
Hasta los años sesenta, era impensable imaginar el surgimiento del orden sin una agencia central que lo organizara (lo que se corresponde con la célebre pregunta "¿quién hay detrás?"). Hoy, ese orden se estructura cotidianamente sin que la famosa agencia dé señales de vida. En realidad, no es un solo orden, sino multitud de órdenes diferentes que brotan sin concierto ni batuta, lo cual perturba seriamente a los espíritus deterministas que tanto abundan y que, por irónico que parezca, están dispuestos a la autoinmolación en defensa de la libertad que les ofrece el orden del mundo real, del mundo externo al que se fragua en el ciberespacio.

La construcción de los territorios domésticos nuevos mediante esta "metodología", sin referentes históricos nítidos, tiene profundas repercusiones en la forma como se percibe Internet, tanto desde fuera como desde dentro, desde el analfabetismo digital, como desde la participación en la conformación del nuevo ámbito doméstico.
Aunque un análisis de estas percepciones será materia de futuros artículos, es importante resaltar una idea que ya hemos apuntado anteriormente: Internet, en cuanto ámbito concreto de relaciones articuladas alrededor de modelos conocidos de distribución de información y conocimientos, posiblemente ya no exista. La contribución de millones de estorninos, perdón, internautas, a la creación de territorios domésticos como estructuras ordenadas no preconcebidas y azarosamente conectadas, la forma de agruparse en torno a ellas, de crear y recrear incontables espacios físicos y mentales no planificados pero que, cuando surgen, parecen prohijados por la "Oficina planificadora de la descentralización", amén de muchas otras dinámicas resultantes de estos procesos, parecen indicar que ya no estamos, ni de cerca, en la Internet que conocíamos.

El ataque de los estorninos la ha dejado seriamente tocada del ala. Las consecuencias ya son visibles y afectan tanto a su posible configuración física en el futuro próximo (mañana o pasado), como, sobre todo, a los servicios que pueden discurrir a través de su ramas, es decir, de sus redes. No debemos perder de vista un dato crucial: los estorninos que hasta ahora se han posado en Internet son una avanzadilla minúscula en comparación con los que aguardan ahí afuera para lanzarse al árbol digital. Y éste, en realidad, todavía es un semilla.


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