Editorial:
274
Haciendo
y deshaciendo se va aprendiendo
Mientras,
por una parte, la crisis de las empresas de Internet continua
gravitando sobre la percepción pública acerca de la proyección de
la Red, por la otra, crece la preocupación sobre cómo utilizarla en
ámbitos que, hasta ahora, o no le habían prestado suficiente
atención, o no acertaban a encontrar el beneficio de incorporarla de
manera rutinaria a sus actividades. En la reciente presentación de
su último libro, "Digitalismo", el catedrático de
economía José Terceiro dijo: "La información y la forma de
gestionarla serán la moneda de cambio del futuro". Y ese es el
problema creciente ante el que se encuentran organizaciones y
empresas de toda guisa. La población de la Red crece sin cesar,
multiplica sus usos constantemente, pero no siempre se encuentra el
punto de convergencia entre los intereses de los usuarios y la
capacidad de asumir sus demandas. Esta fue precisamente una de las
preocupaciones que expresaron los museos en Barcelona durante la 20ª
Asamblea General del Consejo Internacional de Museos (ICOM en sus
siglas inglesas).
La
Red multiplica exponencialmente la gestión personal de los
estímulos. El ocio y el entretenimiento, así como una pléyade de
actividades culturales, proporcionan el territorio ideal para asumir
y ejercitar esta gestión. Un simple ejemplo nos permitirá calibrar
la proyección de este cambio. Durante las vacaciones de la pasada
Semana Santa, las casas rurales de España disfrutaron de una
ocupación prácticamente del 100%. Pues bien, más del 85% de las
reservas se hicieron por Internet. Aparte de la comodidad del proceso
y de la necesidad de encontrar un lugar para el descanso familiar, lo
cierto es que en la Red el internauta no sólo encontraba el lugar
que buscaba, sino que la información venía complementada con la de
un entorno que a lo mejor desconocía, pero cuya forma de presentarlo
reforzaba el mensaje de la oferta y le despertaba apetitos no
claramente explicitados: paisajes, bienes culturales, gastronomía,
historia, deportes, etc.
La
cuestión, en el campo de la museística, se plantea precisamente en
este punto de encuentro con la gestión personal de los estímulos.
¿Cómo desarrollar sistemas de gestión de información y
conocimiento que expandan los muros del museo y al mismo tiempo,
amplíe la comunidad de interesados en sus contenidos? En la era de
la sociedad del conocimiento, ¿dónde residen los límites de la
capacidad de los museos para combinar información, conocimiento,
emociones y poderosas percepciones del mundo que nos rodea? A estas
preguntas traté de dar respuesta en una conferencia pronunciada en
dicho congreso del ICOM.
La
globalización, entendida como la hemos explicado en recientes
editoriales (véase, por ejemplo, "La Red que nadie pidió"),
nos plantea una serie de preguntas interesantes al analizar las
oportunidades que ofrecen las redes en el ámbito de la museística.
En primer lugar, las actividades de los museos, entendidos como
recintos donde se consume arte, historia, ciencia, cultura en todos
sus ámbitos, ¿se reducirán en el futuro próximo a lo que exhiban
y a las obras expuestas públicamente en los lugares físicos donde
se hallen enclavados? ¿Cómo se mostrará su producción en el marco
de la globalización? ¿Cómo se percibirá la vida pasada, presente
y futura del museo y de su contenido? ¿Quiénes decidirán lo que se
exhibirá y cómo en los museos? ¿Será posible crear comunidades de
visitantes más allá del lugar y el tiempo en el que esté emplazado
el museo?
En
otras palabras: ¿qué denotará el concepto museo o en qué se
convertirá la museística en una sociedad articulada por redes de
arquitectura abierta, como es el caso de Internet? Si hablamos de una
sociedad del conocimiento, ¿cuál será la cuota de este
conocimiento que aportará el museo y cuál sus visitantes? ¿Cómo
se expresará --o captará para expresarlo-- el conocimiento en uno u
otro caso? Finalmente, pero no por último, en la dialéctica entre
regionalización y globalización: ¿dónde se sitúan ambos, el
museo y el usuario consumidor de su producción?
Estos
interrogantes apuntan a cuestiones cruciales que han emergido en los
últimos años y a las que se les ha tratado de dar soluciones "ad
hoc", sobre todo mediante esa prótesis tan versátil, pero
insuficiente, como es el denominado "producto multimedia",
ya sea bajo la forma de CD-Rom o de la incorporación de algunas
tecnologías de la información a las exhibiciones (por lo general,
vídeo). De hecho, esta línea de actuación, que ha generado
productos muy dignos de una utilidad innegable, desnuda, al mismo
tiempo, la ausencia de un debate impostergable en el campo de la
museística que permita perfilar, en un esfuerzo conjunto, el
contorno de lo que debiera ser su entroncamiento con una sociedad de
redes. Desde en.red.ando
hemos tratado de poner nuestro granito de arena desarrollando el
concepto de lo que denominamos la "Sala Virtual" (SV),
comprendida ésta como un nuevo espacio en los museos que entronca a
la institución con complejos procesos de gestión de información y
conocimiento compartidos con sus visitantes, sean reales o virtuales.
A
pesar de que la batería de preguntas anteriores todavía no tiene
respuestas claras en todos los casos, de todas maneras ya sabemos lo
suficiente en estos momentos como para comenzar a bosquejar las
líneas básicas de esta SV. ¿Dónde estaría situada? Donde le
corresponde: en una red de ordenadores interconectados. ¿Cual sería
el contenido de esta red, qué paisaje reproduciría y con qué
habitantes? Aquí es donde hay que empezar a ejercitar la
imaginación, siempre sujeta a las posibilidades reales del museo en
cuestión, sobre todo ahora que éstas se ven magnificadas por la
oportunidad de crear una red que empuje sus tangibles fronteras
reales a la ilimitada frontera virtual, es decir, a la creación de
redes con usuarios y con otros museos dentro de un conjunto de
objetivos claramente compartidos.
De
manera tentativa, y ateniéndonos al estado actual de la tecnología,
nos parece que la Sala Virtual estaría articulada, en principio,
sobre cuatro ejes:
El
viaje virtual: de la oferta generalizada del museo, al museo
personal (con la posibilidad en un futuro próximo de interactuar
con cada elemento exhibido en el museo).
La
exploración de la capacidad narrativa de la obra: Esta se encuentra
donde yo la visito y puedo recorrer su contexto en múltiples
direcciones.
La
gestión personal de los estímulos. Decido cuando accedo a las
obras (y a su contexto), aunque sea antes de llegar al museo, y cómo
las sigo después.
La
memoria histórica del museo: sus actividades, su pasado, su
presente y su futuro. Sin lugar y sin tiempo, en su lugar y en su
tiempo.
Por
tanto, una posible estructura de la SV podría ser:
Mi
Visita
Desde
la SV se podrá:
viajar
por el museo,
entrar
en cada una de sus salas reales,
saber
más sobre cada una de las salas que uno visita o va a visitar,
conectarse
con salas similares o conceptualmente aledañas en otras partes del
mundo,
visitar
a los protagonistas del tema en exposición, conocer escuelas,
tendencias, acontecimientos, etc.
Mi
Comunidad Cultural
Cada
visitante, al entrar al museo, encontrará un entorno virtual desde
el que:
podrá
conectarse con otros visitantes, presentes o no,
intercambiar
información,
concertar
reuniones "in situ",
buscar
expertos de "cuerpo presente" o "virtual",
experimentar
con tecnologías de la comunicación interactiva,
recibir
información sobre exhibiciones que el Museo va a construir, el
contexto en el que se inscribirán y sus relaciones con otras
exhibiciones en otras partes del mundo.
una
"línea caliente" en-línea para responder a las preguntas
de los visitantes antes de que estos abandonen las instalaciones
(uno siempre se va con más preguntas que con las que llegó.... sin
posibilidades reales de encontrar las respuestas mientras dura el
"embrujo afectivo" del lugar que se las estimuló). Estas
preguntas y respuestas debieran configurar una base de conocimiento
que permitiría orientar la política del Museo.
La
SV tendrá recursos que le permitirá a los visitantes trabajar
jugando con esta tecnología:
escribir
un diario de su visita,
sugerir
mejoras que sólo los visitantes perciben,
nutrir
una base de datos con preguntas sobre las exposiciones visitadas,
etc.,
avanzar
propuestas sobre materiales de carácter documental y educativo,
Las
posibilidades son casi infinitas.
La
SV: el nodo de La Red del Museo
Tras
la visita, los visitantes quedarían ligados al Museo a través de:
correo-e,
los
materiales educativos que se confeccionen,
listas
de correo donde se anuncien novedades (nuevas exposiciones,
conferencias, novedades, etc.).
Esta
red interconectará con otros museos y conformará "La Red de
Arte", "La Red de la Ciencia", "La Red de la
Historia Natural".
Bien,
¿cuál es el punto crítico de la SV? En primer lugar, la percepción
sobre su importancia, el lugar que debe ocupar en las prioridades de
la institución y la ventaja competitiva (y cooperativa) que ofrece.
La SV apunta a un giro en la política actual de la museística que
tiene innegables connotaciones culturales. Supone un cambio en las
organizaciones que ni será fácil, ni estará exento de un elevado
grado de tensión. El factor clave reside en la gestión de la
información y el conocimiento en un período en el que ambos se
convertirán en los bienes esenciales de la economía. Y esta gestión
no se resuelve mediante la simple adición de tecnología o el
incremento de las dosis de comunicación. En primer lugar, es
necesario sostener un debate entre los principales actores de la
política museística (y esto supone un ejercicio previo de
investigación para identificarlos en toda la riqueza de su
diversidad disciplinaria). Y este debate ya debiera desarrollarse de
tal manera que se percibieran las ventajas de trabajar en red.
En
otras palabras, la definición de esta nueva política museística
debiera desplegarse a través de la tecnología adecuada, la
metodología, la experiencia y el entrenamiento necesario para
gestionar información y conocimiento en red. De este proceso
debieran surgir los elementos conceptuales para desarrollar proyectos
adaptados a cada circunstancia, por una parte, así como las bases
para la cooperación que definan su alcance, por el otro. Este es el
objetivo de en.red.ando
en el desarrollo conceptual de la SV: aplicar la gestión de
conocimiento en red mediante un conjunto de instrumentos y de
recursos humanos que contribuyan activamente a sentar las bases de lo
que debiera ser la mejor y más potente herramienta de comunicación
de los museos.
|