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Redes sociales e innovación

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
01/4/2009
Fuente de la información: Madrimasd
Organizador:  Madrimasd
Temáticas:  Internet   
Artículo publicado en Madrimasd
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Desde la campaña electoral de Obama, la polvareda levantada por las redes sociales se ha convertido en un verdadero tornado. La capacidad de innovación y el ingenio desplegado por la población favorable a la elección del primer presidente negro de EEUU, y no sólo por el sector más joven, demostró, por una parte, el papel movilizador de las redes sociales y, por la otra, que la caja de las sorpresas de Internet no tiene fondo cuando los usuarios le meten mano para resolver problemas concretos que, de otra manera, ni siquiera se plantearían en el imaginario social. La campaña digital se desparramó por numerosas redes virtuales, muchas de ellas creadas para la ocasión, y no sólo por aquellas a las que apuntan con persistencia los medios de comunicación tradicionales, como Facebook o MySpace.

A la sombra de este fenómeno, en los últimos meses se han celebrado varias conferencias en EEUU y Gran Bretaña dirigidas a responder sobre todo dos preguntas que comienzan a quemar a muchos especialistas, investigadores, centros tecnológicos, universidades y departamentos de investigación en TIC: “¿Pueden las redes sociales cambiar el mundo? ¿Son una avanzadilla de los procesos de innovación más determinantes en Internet?” La respuesta a la primera pregunta en realidad parece supeditada a la segunda. Y la segunda, a su vez, es casi una redundancia. Las redes sociales presuponen, de entrada y antes que nada, un ejercicio innovador de primer orden porque tienen que plantearse una organización que no existe. Y, a partir de ese punto, la cuestión estriba en si dicha organización, forjada alrededor de los objetivos que la estructuran, acierta con la arquitectura adecuada para que sus miembros alcancen dichos objetivos.

Pero lo interesante de estos debates, que comienzan a convertirse en la niña bonita del análisis de la evolución de Internet, es que en casi todos ellos subyace precisamente la urgencia por descubrir nuevas áreas donde puedan aplicarse redes sociales. Y esto, en sí mismo, ya supone un ejercicio que abre las puertas a la innovación. Antes de la elección de Obama, después del verano, algunos de los gurús de EEUU, a veces más famosos por acuñar términos que capturan la imaginación de la gente que por sus actos, venían planteando que el test decisivo en esos meses estribaba en imaginar redes sociales que superaran la frontera generalista y multipropósito de Facebook, para apropiarse de territorios más específicos y que todavía no se habían explorado. De estos llamamientos surgieron algunas de las iniciativas más llamativas de los seguidores del entonces senador de Chicago.

Ese debate ha continuado por el mundo anglosajón y, esperemos que eche raíces entre nosotros, porque supondría desbordar los márgenes de las redes más mediáticas, pero menos útiles desde los dos puntos de vista: impulsar la innovación y plantearse en qué condiciones pueden cambiar el mundo.

Las redes sociales vienen montadas, entre otros vehículos no menos importantes, sobre tres poderosos motores. En primer lugar, el crecimiento de la población conectada -ahora somos aproximadamente más de 1.200 millones según diferentes contabilidades, una de ellas la de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT)-, lo cual desata una dinámica que no está en los libros. Las oportunidades de cruzar y compartir información, experiencias y conocimientos, historias personales, empresariales o institucionales, incrementar relaciones de todo tipo, en suma, de cribar la historial material, espiritual o sentimental, real o imaginada, del planeta, por encima, por entremedio y por debajo de cultura y credos, crece a ojos vista. Y crecerá aún más en los próximos años a medida que aumenta el número de usuarios y estos, además, se liberan de la necesidad de estar apegados a la infraestructura física mediante redes sin hilos, móviles y otros dispositivos.

En segundo lugar, las aplicaciones de Internet se diversifican e incrementan su potencia constantemente. Sobre todo los sistemas de gestión de contenidos (SGC o CMS en inglés), los motores que estructuran las plataformas virtuales sobre las que se despliegan las redes sociales. Al mismo tiempo, la mayoría de esta aplicaciones tienden a la sencillez en su manejo, lo cual se retroalimenta con el punto anterior, tanto en simplicidad, potencia y diversificación de usos.

Finalmente, los dos factores anteriores actúan como verdaderas dinamos de los procesos de virtualización. Aquí es donde las redes sociales van encontrando o inventando sus ecosistemas, donde resultan explosivas al cubrir áreas, territorios, colectivos, organizaciones, edificios y objetos, eventos, instituciones, sistemas, etc., a partir de las necesidades específicas decada caso. Y este es también por supuesto, un campo infinito de innovación, pues presupone acertar con la organización necesaria para desplegar la red social donde sus miembros persigan colectivamente los objetivos concretos planteados.

Podríamos citar un cuarto factor que ya “padecemos todos”: a medida que se aceleran las dinámicas de población, incrementan su potencia y diversidad de usos las aplicaciones y virtualizamos más campos de actividad, sean del tipo que sea, aumenta la información disponible y se acelera su velocidad de giro y, por consiguiente, su impacto. Tanto, que apenas tenemos tiempo para reflexionar sobre las consecuencias de dicho impacto y de tomar decisiones al respecto. Pero esto es tema de otro artículo.

De todas maneras, lo interesante de este paradigma que está emergiendo de las redes sociales, de su plasticidad para encarnar innovaciones a una velocidad de vértigo y de penetrar en contextos sociales de todo tipo, es que, al mismo tiempo, plantea la necesidad de desarrollar y esparcir la experiencia y el conocimiento asociado a su diseño, despliegue y gestión. Algo que hasta hace poco tiempo, se podía fiar al clásico ensayo y error o al uso elemental de los recursos de Internet (¡la famosa y dichosa web 2.0!). Pero, como apuntan los debates que menciono más arriba, así como la problemática social hacia la que nos dirigimos, el sistematizar estos conocimientos, aprenderlos y convertirlos en una base profesional, será cada vez más importante para afrontar muchas de las situaciones que se nos avecinan. Facebook está muy bien, pero la información está allí, en sus servidores, y la precariedad que esto plantea, entre muchas otras, indica que tenemos retos ante nosotros que debemos afrontar no con una política o un comportamiento seguidista (“los medios dicen que tal o cual red mola”), sino innovando en lo que se enseña, se aprende y se proyecta en nuestros propios dominios, aunque sean virtuales.
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