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El cerebro pide pista

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
20/1/2008
Organizador:  La Vanguardia, Suplemento Dinero
Temáticas:  Ciencia 
Artículo publicado en el Suplemento Dinero del periódico
La Vanguardia
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¿Nos crecerán bíceps en el cerebro? ¿Habrá que hormonarse para aumentar la potencia de las neuronas? ¿Llegaremos a muscular el sistema central nervioso hasta que las terminaciones nerviosas pujen por salirse a través de la piel a respirar aire fresco? Estas y otras preguntas parecidas son legítimas preocupaciones a la vista del último objetivo declarado de la gimnasia y el entrenamiento: el cerebro. En apenas dos años, decenas de empresas, sobre todo de EEUU y Japón, aunque también hay algunas europeas en liza, algunas de ellas tan flamantes como que no existían en el 2005, han lanzado al mercado programas para entrenar nuestro cerebro mediante ejercicios que apelan a la rapidez de procesamiento, la atención, la memoria y la capacidad cognitiva. Y todas ellas reclaman alguna base científica para sostener sus productos.

Entos entrenadores son, en su vasta mayoría, juegos electrónicos, aunque también los hay sobre papel. Algunos de ellos muy ingeniosos, otros no son más que imitacions de la vida misma: sudokus, rompecabezas, tetris que parecen diseñados por un político en campaña electoral, o problemas audiovisuales de diferente factura como, por ejemplo, detectar al mismo tiempo un pájaro en un bosque y un evento paralelo inesperado. La cuestión es ¿son efectivos estos entrenadores de la mente? ¿en qué se basan para haber generado una moda tan explosiva?

La primera idea subyacente es la de que el cerebro es como un músculo: cuanto más lo uses, más se desarrolla. La segunda idea subyacente es que vivimos en una sociedad en la que no tenemos tiempo ni para usar el cerebro como un músculo. Y como sabe todo el mundo, y los fundamentalistas de la vida sana no cesan de recordarnos, si no te ejercitas, te atrofias. Esta es la clave. Incluso te amenazan con males mayores, como el de ese alemán de cuyo nombre ahora no me acuerdo.

Si se le pudiera poner una fecha simbólica a esta fiebre del sábado gris, todo empezó cuando David Snowdon inició en 1986 un estudio con 678 monjas de la orden Hermanas de Nuestra Señora en EEUU, todas de más de 75 años de edad y con excelentes facultades mentales. La incidencia de problemas como demencia senil o Alzheimer era inferior entre ellas a la tasa correspondiente a su media de edad. Snowdon vivió en el convento e investigó todo lo que podía afectar la salud mental de las monjas: desde la actividad intelectual y la dieta, hasta la asiduidad de las tareas físicas. Para su sorpresa, un día las monjas le invitaron cariñosamente a una partida de ajedrez. “¿Cómo, ustedes juegan al ajedrez?”. “Claro, y a muchos otros juegos de este tipo”. Snowdon, en un celebrado artículo científico y en un libro reconoció que estos juegos venían a reemplazar estímulos neuronales que habían ido languideciendo con el tiempo, ejercitaban el cerebro y mantenían a las neuronas bien enchufadas, alertas y vivaces. Eran, por tanto, otro factor más para explicar la buena salud mental de personas de edad.

Sin abandonar aquella cauta exposición, recientes experimentos comenzaron a admitir la idea de que algunas funciones cerebrales podían entrenarse, aunque no hay reglas claras aplicables para todos. Lo cual no ha impedido, todo lo contrario, que aquella suave ola conventual haya ido creciendo hasta convertirse en el tsunami actual. Hace dos años había una docena de entrenadores cerebrales en el mercado, con los que se jugaba a través del ordenador o en sencillas consolas de videojuegos. Ahora, junto con la espectacular explosión del sudoku, hay cientos de estos entrenadores, muchos de ellos orlados con la siempre intimidante etiqueta: “Desarrollado por el equipo científico de Neuronal Corporation y probado con óptimos resultados en tantos cientos de personas”, y algunos son cautivos de las consolas más populares del mercado. En el 2005, el negocio de estos entrenadores cebrebrales era de unos dos millones de dólares en EEUU. Ahora se estima que la cifra se multiplicó el año pasado por 40: 80 millones de dólares. Uno de los entrenadores más populares, de origen japonés, ha vendido más de 15 millones de copias para diferentes plataformas, sobre todo consolas de videojuegos.

No hay cifras fiables para Europa o España, pero entre nosotros comienzan a ser populares los mismos juegos que fascinan a las neuronas estadounidenses (lo cual debería causar más de una preocupación), como puede verse en los anuncios por televisión o en revistas de crucigramas y palabras cruzadas. Estamos hablando, pues, de una industria que comienza a mirar de cerca, proporcionalmente hablando, a la del entrenamiento físico, a pesar de que no requiere invertir en pesas, cintas de correr ni, sobre todo, en indumentaria. Aunque todo se andará.

A pesar de que los neurocientíficos reconocen que, además del ajedrez, el chamelo, las cartas o los clásicos juegos de estrategia, estos entrenadores de la mente parecen ayudar a las personas mayores, por alguna inquietante razón se siguen preguntando: “¿Funcionan para todos?”. Todavía no hay respuesta. Las empresas no se atreven a certificar que nuestro cerebro mejorará sus prestaciones gracias al entrenador, ni tienen pruebas de que con el entrenador se consiga lo que promete el prospecto. ¿Importa? A la vista de la cifra de negocios parece que no. Nuestras neuronas, sobreentrenadas en el ejercicio del consumo, piden y piden más entrenadores. Siempre habrá tiempo para arrinconarlos y buscar otros estímulos mentales más reconfortantes.

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