Editorial número 84
(Séptimo artículo de siete sobre el impacto de las telecomunicaciones en los países en desarrollo.)
Teléfono rico, teléfono pobre (17-6-1997) Redes sostenibles (24-6-1997) De cumbres y valles (1-7-1997) La teledensidad, un nuevo criterio para medir la riqueza (8-7-1997) Ponga un vigilante en su compañía telefónica (15-7-1997) El legado del apartheid (2-9-1997)
Antes de hacello, dormir sobre ello
A finales del julio, un grupo de países firmó el primer acuerdo de
entendimiento sobre las comunicaciones personales móviles por satélite de
ámbito global (GMPCS). Estos sistemas representan la nueva ola de la
telefonía personal y prometen vehicular voz, fax móvil, mensajería, datos y
conectividad multimedia de banda ancha en todo el mundo mediante terminales
telefónicos de mano y ordenadores portátiles. Es una infraestructura
telefónica construída al revés. En vez de basarse en redes terrestres, los
cimientos son constelaciones de satélites de órbita baja. Según la Unión
Internacional de Telecomunicaciones (UIT), en cuya sede se firmó el
acuerdo, la mayoría de estos sistemas nuevos estarán funcionando en los
próximos cinco años con cobertura mundial.
Este es el primer paso hacia lo que los expertos denominan el "salto de la
rana" en las telecomunicaciones: los países con infraestructuras
telefónicas deficitarias, anticuadas o no existentes, podrán ahora brincar
hacia la Sociedad de la Información sin necesidad de recorrer el camino
clásico: el tendido previo de líneas terrestres, algo que para muchas de
estas naciones quedaría claramente fuera de sus presupuestos durante muchos
años y que, de paso, amenaza con dejarlas fuera de todo. La telefonía
global por satélite les permitirá gozar de redes mundiales y aprovechar de
las ventajas de las telecomunicaciones para sus planes de desarrollo. Este
es el impecable dibujo sobre el papel. El paisaje real, sin embargo, por
ahora tiene más espinas que rosas, aunque al menos éstas han aparecido y
pueden llegar incluso a florecer.
Los dos primeros obstáculos son los precios de estos sistemas y las
relaciones con sus operadores. Iridium, una de estas constelaciones de
satélites (cuyo número total desciende a medida que aumenta la capacidad de
transmisión de cada nueva generación de satélites), costará finalmente unos
3.400 millones de dólares. Las llamadas no serán baratas: alrededor de 3
dólares por minuto. Y aunque los costos operativos bajan continuamente y,
previsiblemente, también lo harán las tarifas, éstas se mantienen alejadas
del poder adquisitivo de la gran mayoría de la población en los países en
desarrollo. Por ahora, sólo las grandes urbes —sobre todo la de países que
ya gozan un alto grado de industrialización, como Sudáfrica o Brasil—
podrán subsanar sus lagunas en las redes terrestres mediante la telefonía
móvil de banda ancha.
El "salto de la rana" necesario para recuperar terreno dejará en
titiritones los ejercicios de Bubka con la pértiga, incluso si comparamos a
éste con el resto de los mortales. En estos momentos, 3/4 de los teléfonos
del mundo se encuentran en 8 países industrializados, mientras que el 80%
de la población del planeta no tiene acceso a los servicios que promete la
telefonía de banda ancha. Incluso aquellos que tienen los medios para
procurarse dichos servicios en los países menos desarrollados, se
encuentran en listas de espera que oscilan entre los 3 y los 21 años. Esta
minoría recibirá los GMPCS como maná del cielo, nunca mejor dicho. Y, de
acuerdo a los expertos, ellos, por lo general clase empresarial o
profesional, junto con los centros educativos superiores, serán quienes den
el tirón del batracio. Según un informe de la revista The Economist (18
de mayo 1996), la telefonía móvil superará los 300 millones de suscriptores
en los países en desarrollo dentro de tres años. Lo que no dice este medio,
es si se trata de segundos o terceros usuarios, o nuevos.
Para que estos últimos formen una parte significativa de la cifra, tendrían
que tejerse verdaderas redes crediticias y productivas en los sectores
menos favorecidos, cosa que, por ahora, las grandes operadoras no parecen
muy decididas a incluir en su agenda de los próximos años. No sólo en las
naciones más atrasadas, sino ni siquiera en los países industrializados
(España es un ejemplo de lo que se avecina con la liberación de los
servicios de acceso a la información, que deja a partes del país sometidas
al rigor de las escalas tarifarias de larga distancia con respecto a la
situación favorable de las grandes capitales. Después los gobernantes
lloran lágrimas de cocodrilo por los desequilibrios ambientales que produce
la migración del campo a la ciudad). Este es el cuello de botella que unió
en octubre pasado a Bangladesh, Pakistán, India y China contra el memorando
de entendimiento que permitía actuar en sus países a los operadores de
GMPCS. Su rechazo se basaba en el intrincado sistema tarifario que éstos
habían diseñado, al que se unía la dificultad de controlar las llamadas
telefónicas de los nuevos sistemas, las cuales serían cobradas directamente
por las corporaciones mediante complejos mecanismos de prorrateo
("roaming").
Curiosamente, la resistencia de los países en desarrollo a quedar en manos
de estas empresas parece estimular el impulso innovador de éstas. A fin de
reducir los costos de las llamadas, uno de los sistemas de satélites que
entrará en operaciones antes del fin de siglo funcionará a través de
cabinas telefónicas alimentadas con energía solar, que podrán instalarse
sobre todo en las zonas rurales. Estas redes, junto con las celulares,
constituirán posiblemente el armazón de la Sociedad de la Información en
los países en desarrollo, siempre y cuando su "diseño" dependa, en gran
medida, de las propias organizaciones locales involucradas en proyectos
orientados hacia un desarrollo sostenible. Uno de los mejores ejemplos lo
ofrece el Grameen Bank, que suministra créditos blandos a agricultores de
Bangladesh. Esta entidad ha conseguido una licencia como operadora de
telefonía móvil GSM-900 y proyecta dar servicio a más de 100 millones de
personas de áreas rurales en los próximos cuatro años, a fin de que sus
clientes se mantengan al tanto de los mercados agrícolas, de las
innovaciones desarrolladas por sus propios centros de investigación o en el
exterior y, en general, para pavimentar el camino hacia una diversificación
de las iniciativas empresariales. El banco mantiene una red crediticia que
cubre más de la mitad de los 68.000 poblados rurales del país. Todos los
países vecinos están observando atentamente qué tipo de alianza emergerá
finalmente entre una entidad de este tipo y las grandes operadoras
internacionales. Para muchos expertos, son estos casos los que darán la
verdadera medida del valor del "salto de rana" en las telecomunicaciones.
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