Editorial número 73
No se hacen tortillas sin tocar los huevos
Esta semana asistí como ponente a un debate en un centro de
educación superior de Barcelona. Compartía mesa con un alto funcionario
de la
compañía Telefónica y un representante de una empresa operadora de
redes de
cable. La audiencia estaba compuesta por jóvenes recién titulados,
fundamentalmente en carreras técnicas (ingeniería técnica, química y de
telecomunicación, arquitectura, informática, empresariales,
audiovisuales,
etc.) y, en menor medida, de humanidades (periodismo, antropología,
psicología). El tema, por supuesto, era Internet y su proyección ante
el
siglo que se nos echa encima. Primero tomó la palabra Telefónica, es
decir,
su portavoz. A los pocos minutos de su exposición comenzó a inundarnos
a
todos un sentimiento de futilidad, de pérdida de sentido de nuestros
afanes, de inutilidad por habernos congregado a discutir un tema tan
banal
como la Red. En apretada síntesis, el hombre de Telefónica nos dijo que
Internet era una pérdida de tiempo, su funcionamiento de una lentitud
desesperante debido a problemas tecnológicos de difícil solución,
bulímica
desde el punto de vista informativo hasta la confusión más
indescifrable,
tan insegura como un congreso de narcotraficantes en un callejón oscuro
y,
en pocas palabras, resultaba inexplicable el interés que despertaba en
la
gente (las imágenes son mías, la esencia de él). No mencionó a Infovía
como
la solución a estos males, pero casi no hizo falta. No quedaban muchas
alternativas sobre la mesa.
Una vez superado el momento de estupefacción que causaron sus argumentos, a
mí me quedó la duda de si había escuchado una simple opinión personal o
realmente era la de la compañía (siempre es recomendable mantener aseado el
rincón de la ingenuidad). En uno u otro caso, y ante la posibilidad de que
el mensaje se convierta en la postura oficial de Telefónica ante audiencias
inadvertidas, es conveniente recordar qué se está haciendo para incrementar
la velocidad de Internet, el papel que las operadoras telefónicas están
jugando en esta dirección y dónde se encuentran los cuellos de botella. Si
la radiografía pintada por el representante de Telefónica se acerca a la
realidad, se trata precisamente de la realidad que han perfilado en gran
medida una parte de los operadores de telecomunicaciones y sus respectivos
gobiernos. No me parece de recibo que, al mismo tiempo, y al socaire de
esta situación, se quiera preparar el terreno para aventuras comerciales de
carácter propietario (como, por ejemplo, intranets del tipo Infovía)
mediante el simple expediente de inyectarle al personal el miedo en el
cuerpo en caso de que se le ocurra utilizar Internet.
En el reciente informe de la Unión Europea "El futuro de Internet, ¿qué
papel para Europa?" se pedía, una vez más, una acción urgente y efectiva
con sus correspondientes compromisos financieros para tratar de ponerse a
la par de EEUU en el uso de la Red. El informe fue elaborado por un grupo
asesor de la Comisión Europea integrado por expertos de universidades,
organismos científicos públicos y representantes del sector privado, que se
creó el año pasado en respuesta a las iniciativas de la denominada
"Internet de segunda generación" que estaban proliferando al otro lado del
Atlántico. Ante esta febril actividad (no correspondida en el Viejo
Continente), y tres años después de que Europa perdiera el control sobre el
WWW (creado en el CERN de Ginebra), el informe reclamaba a la Comisión
Europea que promoviera un organismo dedicado exclusivamente a Internet. Al
analizar la escasa penetración de la Red en Europa o la falta de respuesta
adecuada a lo que está sucediendo en EEUU, el informe apuntaba directamente
al "costo excesivo de las líneas como la principal barrera". De hecho,
este costo es de un orden de magnitud mayor que en EEUU debido, según los
expertos, al monopolio de las operadoras europeas sobre el sector de las
telecomunicaciones, que está a punto de desaparecer el próximo año. Los
expertos recomiendan a la UE que estimule el desarrollo de protocolos de
Internet para priorizar el tráfico e incentivar el desarrollo de
tecnologías alternativas para el acceso doméstico a Internet, como las
redes de cable y satélite (competidoras en muchos casos de las operadoras
monopólicas).
La cuestión estriba en si las recomendaciones llegan a tiempo, sobre todo
desde el punto de vista de la capacidad (y voluntad) de las operadoras
europeas para responder al desafío. La competencia en un mundo cambiado por
las redes les ha llevado, en una primera instancia, a aliarse entre ellas y
con sus tradicionales competidoras estadounidenses en empresas de riesgos
compartidos para construir redes troncales globales más rápidas y fiables
(como la sellada por Telefónica con BT y MCI en el consorcio Concert, o la
de France Telecom, Deutsche Telecom y Sprint en Global One). Pero el
desafío no es sólo comercial, sino también de política pública:
O sea, que están pasando unas cuantas cosas en el frente de la velocidad de
las redes y los impedimentos parecen ser más políticos y comerciales que
tecnológicos (aunque estos, desde luego, existen y son de envergadura).
George Strawn, director de redes y comunicaciones de la NSF, alertaba hace
tan sólo dos semanas de que EEUU no estaba dispuesto a desarrollar
intranets privadas paralelas a Internet, "como todavía sucede en Europa y
Japón. Nuestro programas de una red troncal de alto rendimiento para las
universidades se conectará a Internet en cuanto sea posible."
La Internet 2 —que despertó a la Comisión Europea de su letargo y produjo
el informe de la UE— tiene como objetivo el desarrollo de herramientas
avanzadas tales como multiemisión, "streaming", aplicaciones compartidas,
tecnologías de comunicación síncrona, etc., a fin de que los usuarios
preparen nuevos sistemas de aprendizaje a distancia, bibliotecas digitales,
laboratorios virtuales y aplicaciones de "teleinmersión". En el fondo, de
lo que se trata es de que estas iniciativas se conviertan en un experimento
para el desarrollo de aplicaciones de alto rendimiento, nuevas conexiones y
protocolos que harán de Internet una red de alta velocidad. No es éste el
momento de abordar la cuestión del impacto económico y social que esto
tendrá entonces en las sociedades más integradas en este proceso.
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