Editorial número 72
A más manos, menos trabajo
Desde la revolución industrial, dos servicios se han incrustado en las
viviendas de casi todo el mundo hasta el punto de que forman parte de ellas
tanto como las ventanas o la puerta. Ambos marcan la frontera más explícita
entre las sociedades precapitalistas y la sociedad industrial. Por otra
parte, su omnipresencia es tal que ya son percibidos como una parte natural
y consubstancial del paisaje habitacional. Sin embargo, no disponer de
ellos es sin duda el indicador más determinante de la pobreza. Ambos
servicios los modulamos mediante sendos interruptores: por el uno, el
grifo, recibimos el agua; por el otro, la electricidad. Ahora nos
encontramos en el umbral de incorporar un tercero: el grifo o el
interruptor de la información y el conocimiento.
La información que hasta ahora hemos venido admitiendo en nuestros hogares
la hemos introducido fundamentalmente por dos vías. Por una parte, la del
acceso individual. Libros, revistas, discos de música, cassettes,
diskettes, ordenadores, etc., reflejan en gran medida los gustos, la
formación cultural, los ingresos, los apetitos informativos de cada cual.
Por la otra, la procedente del interruptor eléctrico, de dónde chupan
energía la radio y el televisor que, además, requieren de una antena —externa o interna— para captar la emisión. La determinación del
contenido de estos dos medios, sin embargo, no forma parte del ámbito de
decisiones de cada habitante del hogar. La diseminación de la información a
través de radio y/o TV es colectiva y sin control por parte del colectivo
receptor (que puede estar integrado por un sólo individuo). Lo mismo sucede
con el contenido de un diario, o se consume o se rechaza, pero apenas se
puede influir sobre el carácter del mensaje. El tercer grifo viene a
cambiar radicalmente los términos de esta relación. Su denominación
emblemática es la de "TV por cable", pero éste es un nombre y un apellido
que no describen cabalmente al nuevo personaje. Más apropiado es hablar de
la red de cable, la cual está a punto de abrir una ventana a un paisaje
completamente diferente. Ni siquiera allí reina la TV digital, en realidad
uno de los subproductos de la nueva orografía de la sociedad de la
información.
El cable de la era digital es una de las piedras angulares de los cimientos
de Telépolis, tal y como la define el filósofo Javier Echeverría. Cimientos
solidificados por constelaciones de satélites, redes de fibra óptica,
telarañas de cables y estaciones emisoras y receptoras de señales. Es el
nuevo entramado que organiza la reurbanización de las ciudades, integra la
ciudad y el campo y, potencialmente, establece los fundamentos para una
igualación social por el lado de la comunicación. Para ello hace falta que
se convierta en parte de la vivienda, como el agua o la electricidad, sin
mayores percepciones sobre su excepcionalidad por vía del aparataje
necesario para disfrutarlo. Para llegar a este punto, el grifo de la
información tiene que ser abierto por cualquier habitante del hogar. Y la
red de cable aparece, por ahora, como la vía que garantiza esta
cotidianeidad.
La reciente evolución de la TV por cable ha estado profundamente teñida por
color intangible de lo digital y, sobre todo, por la explosión de Internet.
Ambos factores (aunque integrados en el mismo tronco) han orientado en gran
medida los desarrollo tecnológicos y la conformación de los servicios que
comienzan a despuntar por el horizonte. Aunque la red de cable avanza
todavía de una manera dispersa y espasmódica, a tenor de las regulaciones
que adopta cada país y de las consideraciones económicas que controlan su
progresión, las tendencias comienzan a ser lo suficientemente sólidas como
para abonar la idea de que, más pronto de lo que imaginamos, tendremos el
interruptor de la información instalado en el hogar. Si tomamos como
ejemplo a lo que se va a hacer en Cataluña (cuya planificación no difiere
sustancialmente de proyectos similares en otras partes del mundo), a través
de las cañerías de 10 Mb (como mínimo) que van a llegar a las viviendas
recibiremos:
Un número indeterminado de canales de TV (si se usa compresión de la
señal, la oferta se multiplica). La capacidad del cable garantiza la
bidireccionalidad, por tanto no será necesario ocupar línea telefónica para
interactuar con las emisiones, ya sea para pedir películas, pagar por ver
ciertos programas y todas esas posibilidades que volverán locos a unos
cuantos.
Telefonía avanzada con todo el catálogo de llamadas en espera,
multiconferencia, etc.
Música digital de decenas de emisoras o centros distribuidores de música.
En una pantallita de cristal líquido (o un cuadro colgado de la pared)
veremos el nombre de la pieza que escuchamos, el del autor, el título del
disco y año de grabación. Todo ello a través del equipo más adecuado, que
en este caso suele ser el de música, al cual se le hará llegar un cable
desde el enchufe principal. Los habitantes del hogar, sin beberlo ni
comerlo, comienzan a entender algo de eso que algunos llaman multimedia.
Internet. Otro ladrón en el enchufe principal de la red de cable
permitirá tirar otra conexión, en este caso al ordenador. El usuario
recibirá del operador de la red un módem (que en Barcelona será el último
construido por Scientific Atlanta) y una tarjeta para convertir la señal en
la máquina. A partir de ese momento, recibirá Internet a 10 Mb con sólo
encender el ordenador y abrir el correspondiente programa (navegador,
correo-e, etc.). Si el usuario es una empresa (a la que le importa un pito
la TV, pero no la telefonía e Internet), podría alquilar un retorno de 10
Mb con lo cual tendrá un servidor en su portátil donde pondrá instalar su
web. Si es un particular, el canal de regreso será de 750Kb (¿para qué va a
querer 10 Mb si sólo va a hacer clicks sobre webs, cargar o descargar
algunos programas y enviar y recibir correo-e? Piénsese que la RDSI actual
es de128Kb, y a qué precio).
Intranet. Toda la demarcación territorial del cable funcionará, de hecho,
como una gigantesca Intranet. Y en una Intranet se pueden hacer muchas
cosas. Por ejemplo, que el operador (o subcontratista) guarde en una
memoria (caché) las webs que visiten los usuarios. Así, la próxima vez el
acceso será más rápido porque no necesitará salir de la Intranet. Para
actualizar estas páginas y mantenerlas siempre al día, la empresa puede
utilizar a tantos "agentes informáticos" como desee para patrullar
constantemente Internet y registrar los cambios que se hayan producido en
las páginas más solicitadas.
Platos al gusto del consumidor. Por ejemplo, se podrán elaborar menús que
faciliten la tarea a los internautas. De partida, se exhibirá en pantalla
un mapa con todas las webs locales (en este caso, catalanas o referentes a
Catalunya) para reforzar la Intranet a través del cable como servicio
territorial. A partir de ahí, se podrán visitar los...
Servicios ad-hoc. Aparte de los que se les ocurra a los ayuntamientos
(como museos, centros de información municipales, agendas, promociones,
etc.) y otras entidades, aparecerán servicios informativos de todo tipo,
desde los más tradicionales (desde el punto de vista de lo que se considere
noticia) a lo más específicos para satisfacer necesidades de grupos de
usuarios (comunidades virtuales). Servicios que pueden estar en Internet o
ser desarrollados en concreto para las redes de cable. Si se extiende la Red en un ámbito como el catalán, el índice de penetración en 4 ó 5 años
puede ser de un millón y medio de hogares (el número de usuarios
individuales será irrelevante, como en el caso del agua o la electricidad).
Un periódico electrónico distribuido por la Red como parte de los servicios
de Internet, actualizado al minuto (por decir algo), con información local
suministrada por los propios usuarios, etc., etc., tendría cada día en
principio más del triple de lectores que los tres diarios más leídos en la
actualidad. Y con el valor añadido de la interactividad de los usuarios a
través de la red de cable.
Petición de vídeos, de música, de enciclopedias digitalizadas,
diccionarios, obras de distinto tipo, gráficos, animación, fotografías,
etc., ya sea para consultar en línea (en pantalla de ordenador, de TV o de
pared) o para imprimirlas. Los hogares llevan camino de convertirse en
verdaderas centrales de producción, consumo e impresión de información.
Muchas más cosas sobre las que no merece la pena entrar en detalle ahora
porque nos llevaría a otros caminos dignos de ser editorializados por
separado, como la educación.
Lo que está claro es que la combinación de Internet, servicios electrónicos
específicos, correo-e, agentes de actualización de webs, TV analógica e
interactiva, etc, todo a través de un enchufe, sin necesidad de parabólicas
ni sintonizadores, supondrá en breve una nueva vuelta de tuerca
espectacular en el terreno de la comunicación digital. Esto no es WebTV, ni
ningún sistema propietario que se le parezca. Mejor dicho, es tan
propietario como el suministro de electricidad o agua: cualquier
interruptor, cualquier grifo sirve. Tan sólo será necesario darse de alta
para comenzar a recibir chorros de bits. Y conlleva una diferencia
fundamental respecto a las redes sustentadas en los sistemas digitales por
vía satélite: la red de clable mantiene un equilibrio entre lo local y lo
global que aquellas no pueden garantizar. La red por satélite, por ahora,
por definición, es global. Su dueño es más dueño de la red y sus contenidos
que en el caso del cable.
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