Editorial número 247
Nunca llueve a gusto de todos
El
primer mensaje fue recibido con alborozo por muchos y una cierta
decepción por otros. "Por favor, no mande más felicitaciones de
Navidad. Sus datos personales han quedado incluidos en la página
http://feliznavidad.castellano.fest (*). Visítela, busque su nombre,
añada la lista de personas a las que desea felicitar las fiestas
y adjunte tantos archivos gráficos o audiovisuales como quiera.
Todas los usuarios de su lengua ya saben de la existencia de la
página y, si quieren, la visitarán. Mediante un procedimiento muy
sencillo sabrán quiénes y cómo les felicitan las fiestas. Muchas
gracias por su atención. Por un uso eficiente de la Red. CGW". El
segundo mensaje produjo una cierta preocupación al principio. Llegó
el 22 de diciembre y fue el detonante de una imprevisible crisis
mundial. CGW, o Cegeuvedoble como se lo empezó a denominar popularmente,
era el "Cerebro Global de la Web". Su entrada en funcionamiento
antes del verano había causado un espectacular revuelo mediático,
como no podía ser de otra manera. CGW fue el resultado de un pacto
extraordinario en el que participaron todos los gobiernos del planeta,
organismos internacionales y asociaciones de todo tipo que, de una
u otra manera, tenían algo que ver con las redes.
Tras
una larga preparación, cuando se produjo la que se llamó "La Gran
Conexión", la conocida y vetusta WWW cambió radicalmente de cara...
y de comportamiento. Nuevos servidores basados en un nuevo lenguaje
para confeccionar las páginas web y miles de agentes inteligentes
habían logrado que, por primera vez, la Red pudiera efectivamente
leer y conocer el contenido de los miles de millones de documentos
que almacenaba en cuanta lengua uno pudiera imaginar. Y administraba
este conocimiento con una eficiencia sorprendente. Arrinconaba la
información redundante, solicitaba la que faltaba y la demandaba
a quienes la poseían, distribuía conocimiento según maduraban los
perfiles de los usuarios y sostenía las necesidades de las llamadas
"galaxias de saber". Estas consistían en núcleos de individuos,
colectivos, empresas u organizaciones con demandas específicas de
información y conocimiento que debían satisfacerse de manera continuada,
como podían ser las de la educación o los negocios globales.
Tras
años de investigación en centros privados y académicos, así como
en instituciones militares, sobre todo en la conocida DARPA del
Departamento de Defensa de EEUU, la denominada "web semántica" había
comenzado a convertir en realidad el sueño de una sociedad global.
Una sociedad edificada sobre el conocimiento compartido, capaz de
negociar las interacciones entre millones de usuarios a pesar de
sus diferencias culturales, ideológicas, religiosas o políticas.
Una sociedad sustentada sobre redes múltiples cuya razón de ser
residía en la globalidad y las necesidades de sus usuarios.
La
red de Internet se repartía ahora en más de 200 millones de servidores,
a los que se sumaban cerca de dos mil millones de ordenadores particulares
de todo tipo y tamaño que conformaban, en conjunto, el más vasto
tejido neuronal jamás imaginado. Por más que los medios de comunicación
de todo el mundo y los responsables del cambio, la Corporación 3W —C3W— hubieran avisado con gran profusión de detalles de lo que
iba a suceder, a mucha gente todavía le sobresaltaban los mensajes
firmados por el "Cerebro Global de la Web". "Esta información que
usted pretendía distribuir ya se encontraba disponible en la Red.
Por favor, evite la información redundante. Trate de aportar información
original y enriquezca la Red para usted y todos los usuarios. Muchas
gracias por su atención. Por un uso eficiente de la Red. CGW".
La
irritación que causaban en un primer momento fue dejando paso a
la admiración por la eficiencia con que el CGW administraba la información
y el conocimiento generado e intercambiado por más de 2.000 millones
de personas. Además, se podía comprobar fácilmente la huella propia
a medida que evolucionaba el sistema. A veces, bastaba enviar un
artículo a una lista de distribución para que el CGW respondiera
indicando donde había información similar o mejor, o incluso aportada
por uno mismo hacía unos años y de la cual ya ni nos acordábamos.
Los buscadores habían desaparecido para dar lugar a una especie
de esgrima intelectual que casi siempre daba resultado.
El
Cerebro Global actuaba como un sistema nervioso central distribuido
entre millones de máquinas que, a su vez, eran el canal de comunicación
con sistemas nerviosos personales o colectivos. Pero, en realidad,
no había un centro. No era un Gran Hermano bajo ningún concepto,
sino todo lo contrario. La inteligencia estaba repartida por miles
de máquinas que analizaban el contenido de documentos de todo tipo —textuales, gráficos, audiovisuales, holográficos, etc.—, intercambiaban
constantemente información entre ellas, negociaban los denominados
"estados de infoequilibrio" y respondían inmediatamente a cualquier
demanda ... o laguna. "Señor Tal y Cual: la empresa XX está buscando
experiencias sobre comportamientos culturales en el área de la asesoría
urbana en el sureste asiático. Usted y su equipo la tienen a tenor
de la información que intercambian con sus clientes. Le ruego que
la ponga a disposición de la mencionada empresa bajo el siguiente
encabezamiento.... y adjunte el correspondiente plan de negocio.
Muchas gracias por su atención. Por un uso eficiente de la Red.
CGW".
Si
no se cumplía con la petición, progresivamente se iban cancelando
los medios de pago del Señor Tal y Cual, su acceso a ciertas áreas
de la Red quedaban restringidas y, según se decía, se había llegado
a cancelar todas sus cuentas de usuario, lo cual podía ser el primer
paso para convertirse en un paria digital. Pero así se había negociado
que funcionara la Red y así se acordaron que fueran los principios
filosóficos e informáticos del CGW: un sistema de inteligencia global
capaz de satisfacer la demanda de los millones de usuarios que compartían
simultáneamente el mismo espacio virtual.
El
mensaje del 22 de diciembre que originó el gran alboroto mundial
decía: "Señor Tal y Cual, por favor prepare un informe sobre comunicación
en entornos industriales deslocalizados pero organizados verticalmente
por la demanda. Debe usted colocarlo en la Red en cinco días. La
petición procede de cámaras de comercio del Este de Africa y tres
administraciones locales de China. Muchas gracias por su atención.
Por un uso eficiente de la Red. CGW". El Señor Tal y Cual leyó el
mensaje con una sonrisa típica de "metiste la pata, sabelotodo".
Desconocía, desde luego, que en esos mismos momentos, miles de señores
y señoras tales y cuales sonreían ante mensajes semejantes aunque
de diferente contenido y procedencia. Lo común entre estos señores
y señoras no eran sólo los mensajes, sino que todos ellos se aprestaban
a celebrar la Navidad. Y todos enviaron, letra de más o coma de
menos, una respuesta parecida: "Lo siento mucho Cegeuvedoble, pero
comienzo mis vacaciones navideñas y hasta principios de enero no
volveré al trabajo. Felices Fiestas. Señor@ Tal y Cual".
Todos
recibieron una respuesta semejante: "La Red es universal y, por
tanto, permanece abierta 365 días, 7 días de la semana, 24 horas
al día. El mundo virtual no se puede parar por las fiestas particulares
de algunos grupos de usuarios. Le ruego que cumpla con la solicitud
o su acceso será cancelado. Muchas gracias por su atención. Por
un uso eficiente de la Red. CGW." Los receptores del texto no daban
crédito a sus ojos. En un instante, ráfagas de miles de mensajes
cruzaron el ciberespacio en busca de ese centro inexistente de la
inteligencia distribuida, del centro neurálgico del cerebro global.
"CGW:
Navidad es una fiesta religiosa y yo no trabajo en esos días". La
respuesta no se hizo esperar: "Internet no se cierra y hay urgencias
que resolver en el mundo. Usted mismo lo ha dicho muchas veces.
Hay abundante información al respecto. Las consideraciones religiosas
no son válidas. Una vez leída toda la documentación religiosa almacenada
en la web, no hay argumentos de peso para cerrar la Red por motivos
religiosos. Ni siquiera está demostrado el origen religioso de Santa
Claus, que existiera o que creyera en algún dios. La web debe permanecer
abierta en las mismas condiciones para todas las religiones y culturas
todos los días del año. El conocimiento y los negocios no ocupan
un lugar religioso, sino de necesidades, demandas, obligaciones
y transacciones a través del intercambio de información y conocimiento
entre todos los que siguen conectados. Por si le interesa saberlo,
su cambio de año está 2.600 años atrasado respecto al calendario
de los chinos, 543 años con respecto al budista, 3.760 con respecto
al hebreo y está adelantado en 580 años con respecto al musulmán.
5300 millones de personas no viven de acuerdo a su calendario y
dependen para su supervivencia de la Red. ¿Quiere que cierren sus
vidas hasta que usted acabe sus vacaciones? Por favor, envíe el
informe solicitado o todas sus compras navideñas a través de la
Red serán canceladas. Muchas gracias por su atención. Por un uso
eficiente de la Red. CGW."
¿Sociedad
global del conocimiento en red o redes particulares para el conocimiento
de cada sociedad? Desde aquellas Navidades, nada fue igual en el
mundo. Todos, grandes y mayores, ricos o pobres, de la raza, religión
o cultura que fueran, se vieron metidos en un callejón del que ya
no era tan fácil salirse. Santa Claus y los Reyes Magos fueron los
primeros en pagar los platos rotos. Nadie osó meterse en polémicas
con el CGW y colgar tarjetas electrónicas con estos iconos. Fue
el saludable inicio de un cambio inesperado.
(*)
La dirección que se ofrece en este artículo es falsa. No podía ser
de otra manera: el "Cerebro Global" todavía no ha entrado en funcionamiento
y no se ha designado la fecha definitiva en que lo hará.
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