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La universidad flotante
Autor: Luis Ángel Fernández Hermana 12/11/1996 Fuente de la información: Revista en.red.ando Temáticas:
Comunicación digital
Periodismo
Periodismo digital
Innovación
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Editorial número 45
(Séptimo artículo de nueve sobre periodismo digital)
En busca del periodista digital (1-10-1996) De la dictadura de los técnicos... (8-10-1996) ... a la perplejidad de las masas (15-10-1996) El nacimiento del "poder suave" (22-10-1996) El cartero llama miles de veces (30-10-1996) Cómo escaparse del quiosco y no morir en el intento (5-11-1996) El corresponsal del conocimiento (19-11-1996) Periodismo de disco duro (26-11-1996)
Enseñando, aprendemos
El otro día alguien me preguntó en el curso de un seminario sobre Internet
qué le hubiera pedido a la Red si ésta hubiera sido un Rey Mago. Y
contesté: Lo que estamos haciendo aquí, que gente con experiencia y
conocimientos me explicara de qué iba la cosa y cómo utilizarla. A quienes
llevamos unos cuantos años tratando de desenredar este lío de las redes, si
hay algo que hemos echado de menos durante todo este tiempo era la cálida
mano de un tutor que apuntara hacia la dirección correcta o, por lo menos,
hacia la más económica desde el punto de vista de los esfuerzos. Los
manuales ayudan, pero quien más o quien menos se ha encallado en el estilo
árido y críptico de los técnicos metidos a explicar su propio oficio. A
falta de buenas guías, hemos tenido que quemar mucha pestaña con el fin de
hacernos con un sinuoso mapa que prefigurara, al menos, el tenue paisaje de
los servicios on-line, de su contenido y de la mejor forma de
aprovecharlos.
La reciente eclosión de Internet ha convertido a esta faceta, la formación,
en una perentoria necesidad. De hecho, cuando alguien pregunta (y siempre
hay alguien que lo pregunta) "Pero ¿quién gana dinero en Internet?", la
respuesta es obvia: en primer lugar, todo el tinglado destinado a formar,
educar, orientar, aconsejar, consultar y estudiar Internet. En segundo
lugar, bueno, en segundo lugar casi nadie lo sabe aparte de Netscape, Yahoo
y dos o tres más. De todas maneras, la formación en Internet es un fenómeno
nuevo muy interesante que está adquiriendo caracteres muy peculiares.
Gracias a la Red, empresas e instituciones de todo tipo (públicas,
privadas, con o sin ánimo de lucro) han descubierto el valor de la
comunicación (que conocieran el valor de la información, se les supone). El
Web, con su síntesis de los diferentes medios —escrito, hablado, gráfico y
visual ya sea con imágenes fijas o móviles— ha permitido a sus usuarios
familiarizarse con las herramientas básicas de una publicación y lanzarse
al gran quiosco digital para emitir su mensaje reforzado con el diseño, la
paginación y todo el juego combinativo de titulares, textos e imágenes.
Este ha sido un oficio reservado hasta ahora a los profesionales de la
comunicación, que incluso disponen de centros universitarios para formarse
en él. Para el resto, hoy la vasta mayoría, no hay escuelas, centros de
formación o institutos dedicados a este menester. Bueno, no había, porque
ahora afloran como las setas en otoño. Hoy hay cursos de comunicación en
Internet por doquier. Lo interesante de esta hemorragia educativa es que la
clientela es por abrumadora mayoría empresas que hasta ahora no han tenido
nada que ver, al menos formalmente, con la comunicación. A mí me está
tocando impartir este tipo de cursos en España y en varios países europeos
y me suelo encontrar con un panorama realmente curioso. O están organizados
por alguna asociación periodística verdaderamente preocupada por lo que
representa o puede representar Internet para sus asociados, pero con nula
influencia en la dinámica interna de los medios de comunicación. O los
organizadores y asistentes no tienen nada que ver con los medios de
comunicación, pero reconocen que para funcionar en Internet deben conocer
profundamente el proceso de la comunicación. En este segundo caso (lo digo
porque les pregunto), entre los asistentes casi nunca se encuentran los
miembros de los respectivos gabinetes de comunicación de la empresas o
instituciones participantes. Es como si se hubiera aceptado que ya hay un
divorcio entre cómo se debe trabajar en el nuevo medio (para lo cual hace
falta otro tipo de gente) y la actividad cotidiana, al uso, de la
comunicación empresarial —periodística—.
Una de las claves de este problema es que, al menos en España, ni la
mayoría de periodistas ni las empresas periodísticas han reconocido
abiertamente que Internet no es sólo un nuevo espacio para ampliar las
fuentes de comunicación y el acceso a bases de datos documentales. Eso se
puede hacer por teléfono, por fax, por consulta "presencial", por CD-ROM o
por servicios on-line. La diferencia, lo nuevo de Internet, es que es un
nuevo espacio para publicar. Un espacio determinado por sus propias leyes
que afectan desde el lenguaje y la forma de empaquetar los mensajes para
hacerlos llegar al usuario, hasta el papel que juega el emisor de la
información en relación con el receptor debido a la intercambiabilidad de
los roles entre ellos. Mientras esto no se comprenda, no nos sorprenderá
que prácticamente todas las facultades de ciencias de la información
todavía observen más con curiosidad que con ojo profesional al nuevo medio.
La excepción, de las que yo conozco, es la Universidad de Navarra,
perteneciente al Opus Dei, donde los alumnos de periodismo comienzan a
trabajar en Internet desde el tercer año. Cada uno de ellos elabora su
propia página personal en la Red y, en los cursos siguientes, se agrupan
para desarrollar proyectos que, en el último año, deben ser viables
económicamente. Curioso que haya sido una organización religiosa de este
tipo la que se ha planteado la formación y la utilización del medio
telemático con los criterios más avanzados que podemos encontrar hoy día en
el mundo académico español. Si se examina de cerca este caso, lo notable es
el salto cultural que representa. Al frente de este proceso educativo se
encuentra el Laboratorio de Comunicación Multimedia, dirigido por María
José Pérez-Luque, una ingeniera de telecomunicaciones que comprendió en
EEUU, donde hacía su doctorado, que Internet pedía a gritos la fusión de su
propio oficio con el de los comunicadores. En el resto de Universidades
(insisto, no conozco con detalle lo que hace cada una), uno se puede
encontrar con cursos ad-hoc sobre Internet para periodistas con títulos
como "Explotación de los nuevos sistemas documentales y telemáticos" (¿qué
diablos es esto? Por favor, que alguien me lo aclare lo más pronto posible
porque soy yo el que tengo que impartir esta "asignatura" en la Universitat
Autònoma de Barcelona este próximo año dentro de un doctorado de
"Periodismo de Calidad").
En España, que yo tenga noticia, sólo las redacciones de La Vanguardia y El
Periódico han impartido cursos de formación a sus redacciones. Hablo por lo
que conozco, El Periódico, donde me batí el cobre con mis colegas. Cada una
de las secciones, desde la dirección hasta deportes (no los menciono en ese
orden por ninguna escala particular de méritos), la delegación de Madrid y
los directores de los medios de provincia, recibieron ocho horas de clase.
Desde la historia de Internet hasta los nuevos medios y la Red misma como
medio de comunicación, pasando por correo electrónico, buscadores,
publicidad, fuentes de información, grupos de discusión, etc; todo el
tiempo en conexión abierta con Internet. Lamentablemente, este esfuerzo no
tuvo continuidad. Ni se instalaron suficientes conexiones a Internet en la
redacción como para masificar su uso, ni siquiera se dispuso inmediatamente
de las direcciones de correo electrónico para cada redactor que habría
modificado sustancialmente su forma de trabajar y, de paso, su percepción
sobre las posibilidades que ofrece la Red. Y aquí es donde aparece la otra
gran diferencia con la mayoría de empresas que se abren por primera vez al
mundo de la comunicación digital. Una vez que inician el proceso, no dudan
en poner en manos de su gente las herramientas y los recursos necesarios
para alimentarlo y fortalecerlo. Afortunadamente para ellos, Internet ha
generado esta especie de universidad flotante, integrada por cursos,
seminarios y conferencias de todo tipo, impartidos a veces en lugares
insólitos (colegios profesionales, congresos de marketing, escuelas de
administración de empresas, encuentros de corredores de bolsa, cumbres
financieras, jornadas en defensa del medio ambiente, reciclaje de gestores
de la cosa pública, etc., celebrados en teatros, hoteles, monasterios,
caseríos o alfombrados salones de la administración pública), que mantiene
un elevado ritmo de enseñanza y formación, aunque necesariamente de una
manera errática, azarosa y descentralizada. Como la Red misma.
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