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Redes informales

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
25/11/2003
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Organizador:  Enredando.com, S.L
Temáticas:  Redes 
Editorial 399

Cuando dos no quieren, tres no barajan

La Red, las redes, o la era de la conexión (escoja la denominación que más le guste) está generando un curioso volumen de estudios científicos sobre con quién está conectado uno y cuál es el alcance real de sus contactos. De hecho, si vamos hacia una Sociedad Red, o una Sociedad del Conocimiento (elija de nuevo, por favor), éste ya no es un dato misceláneo, sino de la mayor importancia. Puede prefigurar la capacidad de individuos y organizaciones para construir redes, para multiplicar el impacto de ciertos mensajes y, sobre todo, para moverse entre redes a pesar de no ser las propias. Sobre esto ya hablamos en los editoriales "Mariposas de la red" y "Comunidades como ríos". Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad Cornell de Nueva York ha tratado de medir el alcance de las personas no sólo a partir de la gente que conoce (que ya estaba en la investigación de Duncan Watts), sino de la gente que conoce esa gente. Uno de los aspectos más reveladores de este trabajo es que para hacer llegar un mensaje lo más "lejos" posible (alcanzar la mayor influencia, etc.) no es necesario contar con la persona que tiene más y mejores contactos... Cosas de las redes.

Me imagino la cara que pondrían los expertos consultores de grandes consultoras si llegaran a leer esta investigación. ¿Desechar a la persona más influyente, a la que posee los mejores contactos? Bien, según para qué, sí, eso es lo que hay que hacer. El equipo encabezado por David Kemp escogió para su investigación una comunidad de 10.750 físicos de partículas. Cada persona era un nodo y dos nodos se enlazaban si lo respectivos físicos habían firmado conjuntamente un artículo científico. De esta manera, la comunidad tomó la forma de una red con numerosas ramificaciones.

Ahora bien, ¿cuál era el físico con mayor influencia en la red? Kemp y su gente desarrollaron un algoritmo capaz de medir no sólo el número de enlaces de cada físico, sino, sobre todo, cómo la información se distribuía a través de la red (o, mejor dicho, de las diferentes redes que constituían la red global). A partir de ahí comenzaron a emerger mapas de relaciones que contradecían el sentido común. Por ejemplo, se reveló que sólo cierto tipo de personas tienen la capacidad de influir sobre grandes segmentos de la red. Es decir, no por haber puesto la firma junto con otros físicos en 30 artículos científicos eso quería decir que la influencia real de esa persona se extendiera más allá de los 30 colegas. Por el contrario, un físico que sólo tenía dos contactos ejercía una mayor influencia en la red porque este par estaba enlazado, en sucesivas cascadas de relaciones, a cientos de físicos.

A veces, las elecciones obvias para distribuir información con el mayor alcance posible chocaba con el "síndrome del gurú": los mejores conectados estaban conectados a los mismos sitios y personas, por tanto su impacto era similar y no reportaba ninguna ganancia apreciable. Por el contrario, el efecto de "radio Bemba" (boca a boca) se multiplicaba cuando el mensaje tocaba enlaces a partir de los cuales se producía una conexión en cascada y desparramada por toda la red.

No es una tarea fácil detectar a estas personas que ejercen una verdadera influencia en las redes. Sabemos que al respecto hay más historias de fantasmas que certidumbres más o menos contrastadas. De todas maneras, identificarlas será dentro de poco una de las actividades cruciales en la Red, y esperemos que con criterios menos vaporosos de los que han utilizado las consultoras en los últimos años. Kemp, por lo pronto, tuvo que hacer correr su algoritmo en los ordenadores miles de veces antes de que comenzaran a emerger los pocos nodos desde donde se ejercía la mayor y más amplia influencia en la red.

Ahora bien, ¿qué se puede decir al respecto de redes mucho más informales que la mencionada? Por ejemplo, ¿qué redes hay en una sala llena de gente que no se conoce? ¿quién es la persona más influyente en esas redes? ¿está presente o se puede llegar a ella a través de algunos de los presentes? En congresos, seminarios, talleres y conferencias, es costumbre disponer de un rato para "conocerse". Los organizadores distribuyen unos tarjetones plastificados con la identificación de cada asistente que, supuestamente, deberían servir para romper el hielo. "¡Hola, Carolina! Ah, así que trabajas en IBM". Si la conversación no se congela más allá del primer sorbo a la copa de vino, a lo mejor llegamos a escuchar algo incomprensible sobre el lugar donde en realidad trabaja en IBM. Lo digo con conocimiento de causa: he visto esa mirada de desconcierto y fingido interés en muchas de las caras que se atrevieron a preguntarme: "Y ustedes ¿qué hacen en en.red.ando?". Lo único que conseguía era que enseguida estuviéramos hablando de fútbol o de algo peor.

Bien, esto también va a cambiar. Comienza a ponerse de moda una tarjeta diferente. Como es lógico, se llama tarjeta de identificación inteligente. Se trata de un dispositivo muy parecido a un PDA. ¿Memoria? 128K, suficiente para almacenar el programa de la conferencia y mostrarlo en una pantalla en la parte frontal de la tarjeta. Pero no sólo el programa, también información personal, profesional, sentimental... hasta llenar 60 páginas. Las tarjetas se comunican a través de infrarrojos y se hacen preguntas automáticamente. Cuando encuentran la pareja pertinente alertan al propietario. Este, entonces, consulta la información y decide si realmente merece la pena o no. Desde luego, es muy fácil que estas reuniones sociales se precipiten hacia lo surreal, con gente hablando, leyendo pantallitas, bebiendo y buscando a la siguiente víctima sobre la que le acaba de llegar un apetitoso aviso.

Pero es una forma ingeniosa de descubrir en qué red está uno realmente dentro de una habitación repleta de desconocidos. Y, sobre todo, como sucede en la Red, el acercamiento no empieza por las nociones más básicas y embarazosas (¿te gusta la música? ¿y el bailoteo?), sino que remonta vuelo rápidamente a partir de un mundo compartido al que sólo le faltaba una exploración conjunta. A partir de ahí, las posibilidades son inmensas... o catastróficas, depende. Por ahora, estas tarjetas las está poniendo en el mercado nTAG Interactive, una empresa que salió del Media Lab del MIT. Pero hay muchos otros laboratorios y empresas que están tratando de empaquetar la potencia del WiFi y de una elevada capacidad de procesamiento en la tarjeta identificatoria con el fin de desarrollar redes sociales complejas. De manera que esas reuniones pobladas por una banda de tímidos inflándose a canapés y con unas ganas locas de que aquel aquelarre de idiomas y extrañísimas experiencias se acabara lo más pronto posible, efectivamente se va a acabar. Ahora vamos a ver caras muy diferentes en esas reuniones de "contacto social". Hasta podremos establecer una cierta tipología y obtener el identi-kit de la típica "cara-red".

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