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Tambores en el bosque
Autor: Luis Ángel Fernández Hermana 28/8/1996 Fuente de la información: Revista en.red.ando Temáticas:
Prospectiva
Economía
Historia red
Empresa
Comunidades virtuales
Internet
Tecnología
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Editorial número 34
No por mucho madrugar amanece más temprano
San Francisco.— La semana pasada, la primera página de casi todos los
medios de comunicación de EEUU saludaban con grandes titulares la
aparición de la version 3.0. La CNN abrió su boletín informativo con el
acontecimiento y dió el pistoletazo de salida a lo que muchos ya
califican como (otra más no, por favor!) la "guerra de Internet":
Netscape contra Microsoft, Navigator contra Explorer, o la gran
escaramuza de las versiones 3.0. El tumultuoso saludo que han recibido
los dos navegadores más utilizados en el WWW, la naturalidad con que han
sido tratados como la noticia más importante del día, habla bien a las
claras de que Internet ha obtenido con creces su carta de ciudadanía. Se
acabo la discusión sobre si la Red era un simple pasatiempo o una moda
pasajera. Ahora, The Man —como sarcásticamente apodan a Bill Gates las
voces de los bajos fondos digitales— ha saltado al ruedo con su
rutilante traje de luces y está dispuesto a lidiar a todos los toros de
la dehesa, si están bien afeitados y con "la pata quebrá", mejor.
Hablando de toros, mientras todo esto sucedía yo contemplaba la corrida
desde la barrera, literalmente. Una barrera imponente de sequoias en el
Norte de California, el Redwood Forest, para ser más preciso.
Sinceramente, los sequoias hacen tal ruido mientras crecen que apenas
podía escuchar la algarabía de los Gates, Anderson&Co. Tan sólo se colaba
un suave rumor que procedía de la bahía de San Francisco y que incluso
afectaba a los habitantes (humanos) del Redwood Forest: American Online,
que también anda en el baile de lanzar la nueva versión de su propio
navegador, acaba de crear Digital City-San Francisco (también se ganó
la primera página de los periódicos locales), con alcalde incluído, un
tal Bill Gorman de quien, con toda seguridad, escucharemos mucho más en
el futuro. Digital-SF abrirá sus puertas al principio sólo para los
suscriptores de AOL y este otoño estará en el Web.
AOL, que se está gastando unos cuantos millones de dólares en
comercializar la iniciativa, asegura que ha llegado al punto de dar el
"tercer salto" (nótese la terminología maoista): Primero, nacional;
después, internacional y, finalmente, ahora, local (nótese la ideología
maoista). Tan sólo en la bahía de San Francisco AOL tiene tantos
suscriptores como usuarios de Internet hay aproximadamente en España:
más de 300.000. Gorman asegura que esa es la masa crítica necesaria para
crear una comunidad digital y que —dicho con espíritu de guardia roja—
ese será el camino ahora en Internet: la creación de comunidades
virtuales por todo(s) el(los) continente(s).
Un aspecto interesante de esta movida es que Netscape, MicrosoftAOL
están vendiendo sus ideas con el señuelo de que los usuarios de sus
respectivos productos tendrán acceso gratis a "consagrados servicios de
información", como The New York Times, The Wall Street Journal o... el
East Bay Express (el San José Mercury acaba de abandonar el barco de AOL
y se ha quedado en las playas del Web). O sea, periódicos, la parte más
insignificante de la oferta del ciberespacio. No se construyen
comunidades a partir de medios de comunicación, son la comunidades los
que los crean. Maria Wilhelm, presidente de The Well, una de las
primeras comunidades virtuales de Internet (cuya visita recomiendo a
todos los internautas) que nació bajo la sombra del Golden Gate Bridge,
dijo sobre la iniciativa de AOL: "No puedes abrir la puerta y declarar ya
somos una comunidad, vengan y únanse a nosotros. Las comunidades humanas
no se crean por decreto, sino que se desarrollan y maduran al calor de
las actividades de sus miembros y de las instituciones que ellos crean,
todo ello pasado por el gran colador del tiempo necesario para
consolidar sus interrelaciones". Esto no se consigue a golpe de dólares
ni con ofertas de vendedores callejeros. Hay un sentido de la libertad
entre los miembros de una comunidad digital que una corporación no puede
garantizar mediante el simple expediente de un código de buenas
intenciones. Y eso es, en el fondo, lo único que nos ofrecen Netscape,
Explorer y AOL tras la barrera de sus relucientes colmillos de tiburón.
Por más que lo intenten, el mercado de los navegadores y la creación de
comunidades digitales irán por caminos divergentes porque sus
presupuestos elementales son radicalmente diferentes. El dólar y la
libertad no son sinónimos, como la propia Wilhelm declará esta semana
cuando se le preguntó que le parecía la "nueva guerra de Internet". y
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