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Telepatía digital
Autor: Luis Ángel Fernández Hermana 14/5/1996 Fuente de la información: Revista en.red.ando Temáticas:
Redes
Comunicación digital
Internet
Tecnología
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Telepatía digital
La olla en el sonar y el hombre en el hablar
Internet ha disparado la imaginación de los internautas como si
estuviéramos en vísperas del día de los Reyes Magos. En los foros sobre
lo que ofrece la Red y la forma de utilizarla, casi invariablemente se
produce ese momento mágico en el que empiezan a salir propuestas sobre
cómo debería comportarse Internet, qué nos debería brindar para que
cuaje finalmente como el paraíso anhelado y jamás alcanzado. Con una
facilidad asombrosa se traspasa el umbral de la herramienta tecnológica
para entrar en el ámbito de los sentimientos. Es tanto lo que ofrece
Internet en estos momentos, que ya no parece que deba progresar según
lo que la razón determine, sino de acuerdo a lo que la imaginación sea
capaz de exigir. El ejercicio es desde luego fascinante (y en ocasiones
muy fértil), porque cuando la demanda es masiva se llega a una especie
de pliego de peticiones del sindicato de la fantasía que casi nos hace
ver como posible lo que las verdades terrenales se empeñan en ahogar en
el pozo de los gozos.
Lo curioso es que el sindicato alcanza alturas frenéticas
cuando acoge a los recién convertidos al planeta de los internautas o a
los que aspiran a serlo lo más pronto posible. Para ellos, de repente,
la Red debe hacer de todo como si fuera un territorio ajeno al tiempo y
al espacio. No les sucede ni en lo más inmediato y, aparentemente,
controlable, como es la relación personal más íntima. Pero en Internet,
ah, en Internet todo debiera ser posible, hasta la felicidad perfecta,
eterna, gratificante!
Pues bien, me uno al coro del sindicato de la fantasía y añado a la
lista de peticiones otra, para mí, definitiva: la telepatía digital. El
punto de arranque es la pregunta más frecuente cuando se entra en
contacto con Internet: "Si yo quiero buscar una cosa, un tema, una
persona, ¿Internet la encuentra?". Yo siempre respondo, avergonzado:
"Es una lástima, desde luego, pero la telepatía digital todavía no se
ha inventado. Lamentablemente uno tiene que especificar con todo lujo
de detalles lo que quiere, con los parámetros precisos y necesarios de
lo que debe acompañar o no al criterio de búsqueda que establezcamos".
Pero, ¿por qué no? ¿Por qué el amigo Negroponte no ha dado
todavía las pertinentes instrucciones a sus brujos del Media Lab en el
MIT para que empiecen a explorar la telepatía digital? ¿Cómo es posible
que aún no se haya iniciado la investigación que me permita pensar en
algo que me gustaría consultar, aunque yo ni siquiera esté conectado a
la Red, y ésta, por su cuenta y riesgo, a partir de mis divagaciones,
emprenda la tarea de buscarlo, encontrarlo y prepararlo para
sorprenderme cuando encienda el chisme que en ese momento me introduzca
en el ciberespacio? "Luis Angel, aquí tienes lo que deseabas. Quedo a
la espera de tu siguiente pensamiento".
Es más, la red telepática debería actuar por su cuenta y
riesgo. Es decir, cuando yo pienso en algo concreto, debería buscarlo
inmediatamente y si no lo encuentra, crearlo. Por ejemplo, si quiero
mandarle un correo electrónico a un amigo y éste ni siquiera conoce
Internet, la Red debería hallarlo, mandarle los impulsos psíquicos
pertinentes y darle de alta, aunque no quiera, para que se pueda
conectar conmigo, qué diablos. Lo mismo digo si quiero saber, pongamos
por caso, la receta del plato menos típico de Mongolia Exterior
(¿existe todavía?)
Si esta línea de investigación cumple con las especificaciones mínimas,
la evolución lógica está cantada. Ni siquiera haría falta una red
material. La información me debería llegar por la misma vía que yo la
solicito: por telepatía. Pienso en algo, la Red lo capta, lo busca y me
lo envía a mi cerebro. ¿Cómo? Y yo que sé! Yo sólo doy las ideas, ya se
encargarán los del MIT de resolverlo, que para eso les pagan y les
permiten explorar el futuro muchos años antes de que llegue. Lo que
está muy claro es que si no consiguen una nimiedad como la telepatía
digital, lo que tenemos ahora no deja de ser una estupidez. Menuda
tontería tener que conectarse con un cacharrito a una red física para
recibir información, conocimientos y sabiduría desde la otra punta del
mundo sólo si alguien la ha metido previamente en la Red! Y además, a
veces, hay que esperar hasta más de dos minutos en que llegue y se
despliegue en la pantalla! Como sigamos así habrá que llamar a Internet
por su verdadero nombre: un fraude.
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