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Entrevista a Esteban González Pons. Senador por el Partido Popular. Presidente de la Comisión Especial

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
24/11/1998
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Lugar: Barcelona
Organizador:  Revista en.red.ando
Entrevista número 7


"El enemigo de Internet son las empresas transnacionales"


Separación


Esteban González Pons , 34 años, está doctorado en derecho constitucional. A los 28 años fue elegido senador del PP por Valencia. Desde entonces ha trabajado en las áreas de derecho Constitucional y de Justicia, en particular dedicándose al Jurado y al nuevo Código Penal en la pasada legislatura. Esta legislatura es el portavoz adjunto del Grupo Popular en el Senado. Ha sido portavoz en la ponencia de la posible reforma de la Constitución Española. Actualmente es presidente de la Comisión Especial sobre Redes del Senado español.


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P.- ¿Cómo llegó usted hasta Internet?

R.- Yo me compré mi primer PC a raíz de la tesis doctoral. Mi gran pasión son los juegos de ordenador. Estoy convencido de que son la literatura del siglo XX y sobre todo del siglo XXI. Estoy de acuerdo con quien dijo que hay más literatura en el juego Tom Raider que la que puede haber en cualquier novela que pretenda ser épica. Por los juegos de ordenador llegué a Internet. Y desde el principio me convencí de que la Red era un área muy importante de trabajo. Así fue como llegué a plantearme lo de crear una Comisión del Senado. Y lo que sucedió ya lo he contado en otras ocasiones. Insistí ante mis compañeros de grupo, quienes veían la idea con "simpatía". Hasta que un día, en un desayuno de trabajo con el Presidente del Gobierno, sobró tiempo y José María Aznar preguntó "Bueno, qué más me contáis". Y alguien dijo que cuente Esteban lo de Internet. Lo hice y el Presidente respondió "Esto es lo que hay que hacer". Y esa misma tarde ya estaba presentado el escrito en el Senado. Mis compañeros estuvieron de acuerdo en que me dedicara a la Comisión siempre que no me quitara tiempo de mis otras obligaciones. O sea, que Internet se cruzó un día en mi vida y desde entonces he sido incapaz de abandonarla y la mantengo contra la familia, los amigos y los compañeros. Contra todos.


P.-¿Cuál fue el planteamiento que le hizo a Aznar?

R.- La creación de una Comisión que estudiara el fenómeno de Internet desde un punto de vista sociológico. Creo que lo que debe interesar al Estado respecto a los cambios que ya está produciendo Internet son preguntas del tipo ¿qué trabajos que van a aparecer y desaparecer? ¿cómo se va a transformar desde el sistema educativo a los hábitos políticos? ¿Cuáles son los servicios que debe prestar la administración a través de la Red? ¿Cómo se va a modificar la administración de justicia y cómo se definirán los nuevos derechos que van a surgir, tales como garantizar el derecho acceso a las redes telemáticas? En suma, ¿cómo va a cambiar la vida de un español medio en los próximos 15 o 20 años? El Estado debe saber esto para poder aprovechar estratégicamente la oportunidad que se nos brinda.


P.- Usted le pide al Estado un sentido de la anticipación que no suele formar parte de su código genético.

R.- España perdió las dos revoluciones industriales probablemente porque no fue consciente de que se estaban produciendo. Si las clases dirigentes del siglo XVIII español hubieran sido conscientes de que había una revolución industrial en marcha habrían adoptado algunas medidas al respecto y el siglo XIX y el XX habrían sido distintos. Ahora se trata de hacer esto, de ser conscientes de que hay una revolución tecnológica en marcha, que es la revolución digital, y procurar que el estado y la sociedad española adopten las medidas necesarias para ser de los primeros en aprovechar las ventajas de esta revolución.


P.- Este discurso no parece ser el oficial, que generalmente hace más hincapié en los riesgos que en las oportunidades de la revolución tecnológica.

R.- Hay alguna reflexión que he hecho algunas veces y que viene al hilo de este razonamiento. Ahora que estamos en 1998, si contemplamos la historia española de los últimos 200 años con una cierta perspectiva, hay algo que aparece con cierta claridad y en lo que no todo el mundo repara: hay mucho más riesgo en quedarse al margen de las revoluciones que en participar en ellas. Participar en la revolución industrial tenía un riesgo: abandono del campo, pérdida de poder de las clases oligárquicas, desplazamiento de grandes masas de campesinos hacia las ciudades, pobreza, desclasamiento, aparición del proletariado... Pues bien, ese riesgo y todo lo que conllevó era infinitamente menor que el riesgo de quedarse al margen y permanecer en la sociedad agraria hasta el comienzo del siglo XX. Tenemos que extraer lecciones y saber que participar confiadamente en la revolución digital tiene riesgos, pero que esos riesgos son menores de lo que supondrá ignorar lo que está sucediendo.


Estrategia contra la ignorancia

P.- En el tiempo que lleva la Comisión, ¿qué ha aprendido de lo que está sucediendo en España?

R.- Tengo dos imágenes complementarias. La primera es que hay un tejido de internautas vivísimo y enormemente creativo con una capacidad impactante. Creo que tenemos muchísima gente dentro de la Red, muy activa, preparada y dispuesta para dotarla de contenidos. Esto por la base. La cúspide de la pirámide creo que ignora totalmente lo que está sucediendo en Internet. Y no hablo sólo del Estado, sino también de las grandes empresas y de las personas que tienen algún tipo de capacidad de decisión en la sociedad española. Esto es un inconveniente y a la vez una gran ventaja. Porque nos permite, a quienes creemos en la revolución tecnológica, de convencerles, de la conveniencia de apuntarse a ella. No creo que exista por parte de ellos una actitud contraria hacia las nuevas tecnologías, sino de ignorancia. Y eso nos da una oportunidad de decantar la balanza en nuestro favor.


P.- ¿Qué sucederá si no se les convence? ¿Hay riesgo de que ese tejido humano tan rico como el que usted ha detectado se quede en el camino porque no le llegan apoyos suficientes, como pueden ser recursos financieros, fiscales, etc.?

R.- Creo que si los poderes públicos no lo apoyan, se va a quedar en el camino. Las grandes revoluciones de la izquierda del siglo XIX y parte del XX exigían la conjunción, por un lado, de la masa proletaria, que era la que aportaba el factor trabajo al proceso de producción, desde el punto de vista marxista del término, y por el otro lado, a los intelectuales y pensadores que eran los que les daban una base teórica sobre la que sustentar una transformación del orden social. Algo parecido sucede ahora. Por una parte está lo que podríamos llamar la masa internáutica, la gente de la nación Internet que está trabajando, innovando todos los días. Y por la otra los poderes públicos.


P.- ¿Estos poderes públicos actúan como los intelectuales que dan la base teórica para sustentar la transformación?

R.- Yo creo que el debate del siglo XXI no será el clásico de la izquierda, sino que será sobre poderes democráticos y poderes no democráticos. Si nos fijamos, los poderes democráticos cada día están más separados, más fragmentados, más divididos, y los poderes no democráticos, que son los poderes económicos, están más concentrados, tienen más capacidad de decisión y de influencia sobre una economía globalizada. Esa base social activa y revolucionaria requiere una alianza con los poderes democráticos, es decir con los poderes públicos institucionales. O se consigue esa alianza o Internet será un dominio no democrático, un dominio empresarial.


P.- ¿Dónde está esa alianza en España?

R.- No la veo. La intento propiciar. Todavía hablar a los ciudadanos de Internet de políticos y poderes democráticos es hablarles del lobo feroz. Y a las instituciones democráticas hablarles de los internautas es hablarles de unos chalados que se dedican todos los días a entrar ilegalmente en las páginas web de sus ayuntamientos. Yo creo que hay que propiciar este encuentro, porque el enemigo de la libertad no es el poder democrático, sino el otro poder, el que no es representativo. Lo que hay que procurar es una conjunción de intereses y estrategias entre la ciudadanía internáutica y los poderes públicos, porque sus objetivos son los mismos.


P.- ¿Cómo se tiende ese puente?

R.- Bueno, nosotros lo estamos haciendo desde la Comisión del Senado, y cuando digo nosotros es porque creo que todos los miembros de la Comisión Internet lo estamos haciendo por igual, no creo que sea una misión profética mía ni del grupo del PP, creo que lo mejor es explicar a unos y otros quienes son los unos y quienes son los otros.


P.- ¿Y quiénes son los otros?

R.- El enemigo, no voy a pronunciar nombres de empresas, no es el Gobierno, ni la Generalitat, ni los ayuntamientos. El enemigo de Internet son las grandes empresas transnacionales que son las que en un momento dado pueden tener interés en que determinado tipo de libertades en la Red se recorten. Los poderes democráticos sólo deben ver ventajas en las oportunidades que Internet ofrece para la libertad. De lo que se trata es que los poderes públicos entiendan qué es la Red y que el aliado de los internautas es el poder democrático representativo.


Las dos Españas

P.- ¿Dónde existe en España el mayor riesgo de que ese capital humano no cuaje? ¿Dónde notaríamos este déficit?

R.- El mayor riesgo procedería de que los poderes públicos siguieran ignorando lo que está sucediendo. Y esto entraña otro riesgo: que sólo entre en la sociedad digital una parte de España y se abra un abismo entre una España conectada y otra desconectada. La responsabilidad en estos momentos está en los poderes democráticos, la pelota está en su tejado. La base social española ha hecho ya todo lo que tenía que hacer. Con medios precarios hemos sido capaces de generar no sólo grandes personalidades en el mundo de Internet, sino grandes movimientos sociales. Y las huelgas internáuticas habidas en España el 3-S y el 3-O, pioneras en el mundo, son un gran ejemplo de lo que en este país está sucediendo, así como la existencia de la Comisión en el Senado en la que está el primer Parlamento virtual del planeta. Eso no sirve de nada si los poderes públicos no ven lo que sucede y no toman la iniciativa. O sea, el doble riesgo que mencionaba, o que no hagan nada, o que sólo lo hagan unos pocos.


P.- ¿Hasta dónde penetra este discurso en el PP y en el Gobierno? ¿Tiene eco?

R.- Hace falta prédica y estrategias muy concretas en mi partido y en todos. El discurso del que yo participo se parece mucho al de otros políticos en el Partido Socialista Obrero Español, en Izquierda Unida y en Convergencia i Unió. Y las reticencias que encontramos son las mismas en todos los partidos. El problema es que no se conoce el fenómeno Internet. Este discurso va a tener su cabida en el próximo Congreso Nacional del PP en enero del 99 y en las ponencias políticas se hablará de esto decisivamente. Estoy convencido.


P.- Castells decía en una entrevista en en.red.ando que la izquierda le tiene pánico a la revolución tecnológica y que la derecha siempre se mueve de una manera más natural en este terreno. Pero, parece ser, por lo que usted dice, que en este caso hay otros elementos que hacen que la derecha no las tenga todas consigo en el caso de Internet. ¿Por qué?

R.- Existe cierto respeto a la innovación por parte de todos. La izquierda tradicionalmente ha desconfiado de las innovaciones tecnológicas en la medida en que siempre han supuesto menos empleo y suponía más beneficio para el patrón y menos trabajo para el obrero. Hoy día ya no hablamos de esa época del maquinismo. Estamos hablando de globalización. El fenómeno político en lo que respecta a Internet no puede reducirse por tanto a la tecnología, sino a la globalización política. Y en este terreno, la izquierda tiene mucho que aportar, como la derecha tradicional, porque ya no será un debate entre derecha e izquierda como lo hemos conocido, sino entre demócratas y tecnócratas. En ese punto, derecha democrática e izquierda democrática estamos juntos. El debate del próximo siglo consistirá en decidir si los avances tendrán una perspectiva democrática o simplemente tecnocrática. El fenómeno de la globalización lo modifica todo.


P.- ¿Cómo?

R.- La relación del análisis económico ya no es la relación clásica entre capital y trabajo. Ya no estamos ante el trabajo ni el capital del siglo XIX. Pensar que en la última crisis bursátil se han destruido cientos de miles de millones de dólares que jamás existieron asusta, porque el capital ya no es el capital, y el trabajo ya no es el trabajo. No existe ni la jornada ni el horario, ni la perspectiva de espacio/tiempo propio de la revolución industrial. Estamos en el conocimiento y en las personas y el problema es si la revolución tecnológica estará al servicio del ser humano o el ser humano al servicio de las innovaciones tecnológicas producidas por las empresas transnacionales. En esa lucha, derecha democrática e izquierda democrática estamos en el mismo lado.


P.- Puede ser, pero hay contradicciones curiosas, por calificarlas de alguna manera. Por ejemplo: en Europa estemos viviendo un proceso gradual de desmantelamiento del Estado del Bienestar con una potenciación creciente del sector privado y, al mismo tiempo, pareciera que le estamos pidiendo al Estado que trate a Internet con criterios de Estado del Bienestar: que intervenga en el mercado, que regule la participación de las grandes operadoras, que meta mano en flujos de capitales para alimentar a sectores emergentes de la Sociedad de la Información...

R.- Es que yo creo que en el mundo que impropiamente llamamos mundo real, en el que estamos dando oportunidades a las empresas privadas de participar en el Estado del Bienestar o en los servicios que el Estado del Bienestar presta, todos secretamente en Europa creo que tenemos la confianza de que cualquier extralimitación de estos poderes económicos puede ser siempre corregida por un Estado que supervisa y garantiza al final el proceso. Pero en Internet no existe tal referencia última. Internet es la sociedad global recién nacida.


P.- ¿No existen esos poderes en Internet?

R.- Un entusiasta de Internet habría sido Rousseau, porque en la Red estaría contemplando cómo surge esa comunidad nacida de un primigenio contrato social que él imaginaba, vería por primera vez a ciudadanos que se acercan pacíficamente renunciando a su estado de naturaleza y prefiriendo asociarse con los inconvenientes y ventajas al estado de naturaleza anterior y cómo va creciendo por adhesión de muchas personas individuales una sociedad nueva, con sus costumbres, sus usos, su cultura. En Internet no existe esa garantía de poder último y eso es lo que a todos nos asusta un poco. Y por eso recurrimos al poder clásico, al Estado, y le pedimos que garantice, que intervenga, que ampare de alguna manera. Pero el Estado no puede hacerlo, aunque quiera.


La industria de la lengua

P.- Antes le preguntaba que dónde se notaría en primer lugar el déficit si la Sociedad de la Información no cuaja entre nosotros...

R.- Y yo me dejé en el tintero de esa respuesta la cuestión de la lengua.


P.- Precisamente ese era el tema que quería plantearle ahora. Cada día se habla más de la importancia de nuestras lenguas ante el avance de las tecnologías de la información y el predominio del inglés, existen documentos donde se preconiza la promoción del castellano como industria del conocimiento y, al mismo tiempo, el desarrollo de una industria basada en la lengua donde tenemos no una ventaja comparativa, sino lisa y llanamente una ventaja. Sin embargo, lo que se hace al respecto es más bien poco, por no decir pobre.

R.- Totalmente de acuerdo. La Comisión está dedicando sesiones íntegramente a este tema. Hemos escuchado a José Antonio Millán, al director del Centro Virtual Cervantes y a José Luis pardos, promotor del lugar Sí Spain y embajador de España en Dinamarca. Creo que es uno de los problemas más preocupantes y de los más graves. Creo que en la lengua sería el primer lugar donde notaríamos nuestra falta de iniciativa. José Antonio Millán vienen sosteniendo desde hace tiempo que vamos a pagar por hablar en castellano. Yo creo que ya estamos pagando por hablar en castellano. Hay un ejemplo todavía más patético. Los correctores incorporados a los principales procesadores de textos están modificando el idioma. Nadie corrige ya sus textos: pasan el corrector, que ha sido elaborado en EEUU y tiene graves errores idiomáticos que están pasando a los textos escritos y al lenguaje de uso cotidiano. Creo que desde un punto de vista estrictamente lingüístico, si queremos defender la riqueza de las lenguas españolas tenemos que hacer un esfuerzo inmenso. Al mismo tiempo, esta riqueza, por supuesto con el castellano a la cabeza por el número de hablantes, es un factor económico.


P.- ¿Dónde ve usted los problemas inmediatos en este campo?

R.- Por ejemplo, dentro de muy poco, cualquier ciudadano de aquí podrá matricularse en Harvard y obtener un título de esa universidad de EEUU, como si hubiera estado allí. O sea, que las universidades de allí van a competir con las universidades de Barcelona, Madrid o Murcia. ¿Cuál es el factor diferencial que le puede permitir a nuestras universidades seguir teniendo alumnos? El idioma. Si no lo hacemos, quien quiera estudiar español se matriculará en la universidad de Yale y ellos serán los que estarán construyendo el español de la red y no los profesores de Salamanca o Valladolid. Y lo mismo sucede con el catalán, que es el gran valor añadido que Catalunya puede aportar a su presencia en la Red. Esto por no decir la obviedad de los 300 o 400 millones de hispanohablantes.


P.- Sin llegar todavía a matricularnos en Yale, cada día vemos como los grandes servicios digitales de EEUU crean sus versiones en nuestras lenguas y aquí reina el silencio administrativo.

R.- No es que no pasa nada, sino que les recibimos como si fuéramos los indios que aparecen en las portadas barrocas de las iglesias españolas, llevándoles frutas y poniéndoles coronas, sin exigirles siquiera que los traductores al castellano sean españoles o hispanoaméricanos, o sea, usuarios habituales de la lengua.


P.- Qué propone la Comisión al respecto.

R.- Creo que vamos a exigir a este Gobierno y a los vengan una defensa de las lenguas españolas en Internet y una apuesta muy firme por ellas como factor estratégico.

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