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Internet O

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
25/2/2003
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Temáticas:  Internet  Tecnología 
Editorial número 360

Lo que falta de ciencia, se suple con trompetas

Muchos millones de internautas no saben que navegan por la Internet 1 y que la Internet 2 ya es una realidad en unos cuantos países. Pero lo que menos podíamos esperarnos es que la Red que nos aguarda en el futuro no guarde las normas de la progresión numérica y de un salto atrás: la Internet 0. No se trata de la versión 0.0 de Internet, sino del concepto cero en el sentido más literal del término: reducir la Red a su configuración mínima, a los huesos mondos y lirondos. El truco consiste en convertir en un servidor web a cuanto chisme sea capaz de portar un chip de apenas tres euros (desde un enchufe a una bombilla) y, lo más importante de todo, inyectar criterios de eficiencia energética e informativa en los entornos que consideramos "propios de nuestra naturaleza": la vivienda, la calle, los medios de transporte, los centros de trabajo, etc. La Internet 0 no será tan invisible como la que tenemos ahora, porque no dependerá de ordenadores y se manifestará en el mundo físico a través de los objetos más discretos de los que nos servimos habitualmente.

No se trata de la muy publicitada red sin cables o el cableado integral de todo cuanto nos rodea, dos tendencias que ya llevan años rodando y con buenos ejemplos tanto en el laboratorio como en el mundo real. En esta ocasión se trata de algo mucho más insidioso y penetrante. El núcleo de la Internet 0 son circuitos muy humildes, sencillos en su arquitectura y con un cableado interno sin mayor complejidad (para un ingeniero, claro). Esto es lo que les permitirá alojarse en cualquier lado, dotarse de una dirección web (URL) y convertirse en un punto de interconexión en la Red. ¿Quiénes serán sus huéspedes? Cualquier objeto. Bombillas, luces, interruptores, sensores de toda clase, cerraduras, billeteras, estanterías, neveras, persianas. En realidad, así como la palabra "electrónica" se ha convertido hoy en una señal distintiva que marca las épocas de los objetos que nos rodean (no es lo mismo un coche con un sistema eléctrico que con un sistema electrónico, aunque nadie sepa poner el dedo en la diferencia), dentro de poco este apellido, encarnado en un simple y discretísimo chip, se extenderá hasta los rincones más insólitos de la vida cotidiana. Quien no tenga una persiana "electrónica", no sólo estará dilapidando su dinero, sino que contribuirá activamente a reducir la eficiencia del consumo energético de su correspondiente ámbito social. Y eso estará pero que muy mal visto ante la constante degradación del medio ambiente.

Lo fascinante de la Internet 0, tal y como se la está formulando, entre otros lados, en el nuevo Centro de Bits y Átomos del Massachusetts Institute of Technology (MIT, Boston), es que no requiere de ordenadores para controlarla. Los chips, dotados de una dirección web que cogen al ser activados, pueden "hablarse" entre ellos, recibir señales (órdenes) y actuar en consecuencia. En realidad, el ordenador sería el contenedor de esos chips, se trate de un edificio, de un coche o de cualquier otro espacio interconectado de esta manera. No hace falta ni siquiera cablear el recipientes, porque los chips se comunicarían en red independientemente de cómo reciban y transmitan las señales: por el tendido eléctrico, ondas de radio, infrarrojos, etc. Esto permitirá, además, crear "conglomerados conectados". Por ejemplo, las luces, los sensores de temperatura, los estantes de libros, la mesa de trabajo, las persianas, el aire acondicionado y las ventanas de una habitación. De manera que el recinto "sabe" si hay alguien y, hasta cierto punto, qué está haciendo, información que le permitirá regular la temperatura, ajustar luces y equilibrar el consumo de energía en otras partes de la casa o de une edificio.

Si nos ponemos en el peor escenario, que es el que suele utilizarse para sopesar la utilidad (y rentabilidad) de este grado de penetración de la Red hasta en el alma de los objetos más inesperados, los resultados son tan espectaculares como los del móvil en situaciones de máxima tensión. En caso de incendio, por ejemplo, los bomberos sabrían de inmediato cuánta gente hay en un edificio, dónde está y cuáles son las vías de acceso que permanecen abiertas o son menos peligrosas.

La diferencia entre Internet 0 y todos los sistemas que están saliendo al mercado con el objetivo de elevar el coeficiente intelectual de objetos y recintos es el uso de la Red y de sus protocolos de comunicación. Muchos de los sistemas que ya se están comercializando son muy complejos, suelen basarse en redes cautivas con una salida opcional hacia Internet, se encarecen a medida que aumenta el número de puntos conectados y estos están dotados de mecanismos muy complejos (y únicos, y caros). Internet 0, por su parte, aprovecha la robusta arquitectura abierta de la Red y la estructura de los servidores web. El número de objetos conectados puede tender al infinito, pero con dos puntos a su favor que pueden ser decisivos: no se requiere más cacharrería (controladores, modems, retransmisores de señales, etc.), ni cableados especiales. Es más, debido al tipo de conexiones necesarias para que los objetos se comuniquen entre sí, se puede reducir la velocidad a la que viajan los datos por la red, lo contrario de lo que necesitan los sistemas actuales para los "edificios inteligentes".

En otras palabras, lo que los ingenieros están haciendo con los chips de Internet 0 es descartar las capas necesarias para que la Internet 1 funcione y simplificar toda la arquitectura de la Red. Los objetos no necesitan verificar versiones de programas de ordenador, ni comunicarse con impresoras , ni comparar sistemas operativos. Sólo requieren recibir y transmitir señales una vez que han incorporado una dirección web y "están en red". A partir de ese momento, pueden ser controlados desde cualquier lugar del mundo a través de Internet (la que tenemos, la 2, o la que venga). Y se comportarán como cualquier servidor web: almacenarán información muy sencilla, la ofrecerán cuando se las solicite, la organizarán para que sea buscable y la diseminarán en los momentos programados con anterioridad.

¿Cuánto tardará la Internet 0 en comenzar a hacerse notar? Tanto los optimistas como los pesimistas coinciden en que en un año se verán las primeras aplicaciones y comenzará la producción masiva de diferentes chismes con los nuevos chips incorporados. Pero todo dependerá, como sucede en todos los usos -reales o imaginados- de Internet, de la forma como los ciudadanos y las comunidades utilicen la nueva red a partir de necesidades y demandas específicas. La estrecha relación entre Internet 0 y la gestión de la energía ha suscitado por lo pronto un enorme interés entre los constructores inmobiliarios. Si ellos incorporan la estructura de Internet 0 a los nuevos edificios, junto con la electricidad, el agua, la refrigeración o la calefacción, entonces el salto será notable. Todo el edificio será programable, como si fuera un ordenador, mediante un sistema sencillo, barato y eficiente.

Todo lo cual abre un campo de extraordinarias posibilidades a la cantinela de moda en estos momentos (y por mucho tiempo): la seguridad. Un edificio programable es un pastel irresistible para un hacker (o para todos los hackers del planeta). No resulta difícil imaginar un futuro muy próximo en el que arquitectos, programadores, intrusos y policías de "delitos inmobiliarios cibernéticos" se vean las caras en las calles de la Internet 0. Calles virtuales y reales, pues de eso se trata, de lograr que la Red emerja en el mundo físico y pierda su actual dependencia con respecto al ordenador. Lo cual simplemente añade un clavo más en el ataúd de quienes consideran que el futuro ya está escrito y que nos nos queda nada nuevo por ver. Aguarden que, tras la Internet 0, la promesa es un descenso gradual hacia el infierno (o el cielo) digital. Nadie ha osado imaginarse todavía como será, por ejemplo, la Internet -1. Un día de estos les ofreceré unas cuantas ideas al respecto.

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