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Bits de papel

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
27/6/2000
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Organizador:  Enredando.com, S.L
Temáticas:  Internet  Empresa  Periodismo 

Editorial número 221

¡Y vuelta la burra al trigo!

El 53º Congreso Mundial de Periódicos, celebrado hace un par de semanas en Río de Janeiro, se convirtió en un excelente escaparate de lo que ha significado la irrupción de Internet para los medios de comunicación, que desde entonces se ganaron el apellido de "tradicionales". En apenas un lustro de funcionamiento de la web a toda máquina, las empresas de comunicación se han visto obligadas a redefinir su ámbito de negocio, su forma de trabajo, el tipo de producto que colocan en el mercado y con quién lo hacen. Como quedó patente en la reunión de Río, incluso ha surgido una nueva política de alianzas que traspasa todas las fronteras conocidas, tanto entre empresas, como entre áreas de actividad. La estrella del evento fue el "reportero multimedia". El debate, por fin, no estuvo dominado por la estéril polémica sobre si el bit iba a liquidar el papel. De hecho, lo que se echó en falta fue precisamente el análisis del impacto de la tendencia opuesta: la "transformación" de los contenidos de Internet en el material de los futuros periódicos de papel.

Replica Watches Como habíamos señalado en varios editoriales a lo largo de estos años, la proliferación de nuevos medios de comunicación en la Red apuntaba, fundamentalmente, a la necesidad de que las empresas periodísticas tradicionales se adaptaran a las nuevas condiciones. En medio del fragor de las discusiones bizantinas (¿desaparecerá la prensa de papel? ¿absorverá Internet a todos los otros medios, radio, TV y prensa impresa?, etc.), en pocos años la situación ha dado un vuelco interesante. Sin abandonar algunas de sus señas de identidad --a mi entender, precisamente las más problemáticas, como el aferrarse a la noticia en cuanto elemento diferencial de su actividad--, los medios tradicionales, en particular los de los países industrializados, han aceptado el reto de reconvertirse como empresas de Internet. Otra cosa es cómo lo están haciendo y hacia dónde apuntan sus estrategias. Pero, como señalaba el lema del Congreso, no cabe duda de que estamos en el medio de un interesante proceso orientado a "Volver a inventar la compañía periodística". El subtítulo, "estrategias y aciertos", deja traslucir la complejidad del asunto. Por ejemplo, el "Orlando Sentinel", del grupo Chicago Tribune, presentó al que denominó reportero del futuro. En la presentación de este individuo se le colocó ante una eventualidad cotidiana: llega a la redacción la noticia de un crimen (¿cómo, desde dónde, emitida por quién? no quedó claro, pero la noticia llegó). El redactor lanza inmediatamente la noticia a Internet (todavía no ha visto nada, aunque se supone que la fuente es fiable, hmmmmmm). Armado con un ordenador portátil, un teléfono móvil, una minicámara de vídeo y un cuaderno (¿y el paraguas?), se lanza a la calle. Acude a la escena del crimen, desde donde amplía la noticia para todos los que están conectados a la Red, de paso envía una primera crónica desde el móvil para la radio y hace lo propio con las primeras imágenes para la televisión. Esto es sólo el principio.

Regresa a la redacción, colecciona las crónicas de los otros medios y las cocina con ingredientes propios para escribir el reportaje que aparecerá al día siguiente en el periódico de papel. Mientras tanto, sigue actualizando la noticia a lo largo del día para radio, televisión o Internet. Estamos ante el reportero multimedia. Según Keith Wheeler, editor de Orlando Sentinel, gracias a esta forma de trabajo el número de lectores de su periódico ha aumentado en un 15%. Pero no aclaró si esto tiene algo que ver con la calidad de los contenidos o con la compasión del público hacia estos esforzados periodistas, que de repente se han visto reconvertidos en corresponsales de guerra urbanos. Y por el mismo sueldo.

El hueso más duro de roer para la empresa periodística sigue siendo su relación con los lectores. "Recoger las demandas de las nuevas generaciones de lectores" es el nuevo grito de guerra que resonó en Río y que, sin duda, escucharemos una y otra vez durante los próximos años. Pero las dificultades en este caso son estructurales y se corresponden con la forma como los medios perciben su propio papel en cuanto vehículos de comunicación. Para ellos, los contenidos son el resultado del trabajo especializado de redacciones que se sirven a audiencias más o menos indiferenciadas. Este tipo de producto, de éxito indudable en la sociedad industrial, es precisamente el que está en cuestión en la Sociedad de la Información. Hoy día vivimos impregnados de información procedente de la más variada y multitudinaria de las fuentes, algunas de ellas, por cierto, medios de comunicación. Y la vasta mayoría de estas fuentes son nuevas, no más viejas de cinco o seis años, creadas y fraguadas en redes electrónicas en las que, por definición, existe la posibilidad de un alto grado de participación e interacción de todos los usuarios.

Esto ha generado un volumen colosal de contenidos --aunque es apenas una mota de polvo en comparación con lo que vamos a ver en los próximos años-- de la más variada procedencia, temática y áreas de interés. Algunos de ellos poseen el "genuino aroma de Internet", es decir, no se podrían haber manufacturado de otra manera. Nos encontramos pues, en una fascinante encrucijada. Por una parte, los medios de comunicación tradicionales, como aseguraron no sin una alegría apresurada en Río de Janeiro, están soportando razonablemente el embate de Internet y se están adaptando a las nuevas circunstancias para evitar la pérdida de lectores en favor del medio digital. Por la otra, en este medio ha surgido una nueva forma de generar contenidos de los que no podemos disponer en los medios tradicionales. Contenidos creados a muchas manos, en miles de lugares diferentes. Contenidos donde se expresa un tipo de inteligencia nueva, colectiva, excitada por los asuntos que interesa directamente a sus protagonistas.

Basta visitar algunos lugares (Brint, Everything, en.medi@) para comprobar la calidad y el interés de estos contenidos, los cuales aparecen en la Red sin necesidad de cargar cámaras, móviles, grabadoras, cuadernos o paraguas. Este es el nuevo asalto que tendrán que soportar en un futuro inmediato los medios de comunicación tradicionales: la aparición de estos contenidos en soporte de papel, en radio e incluso en TV. No hace falta tener una buena bola de cristal para comprender que Internet está incubando lo que constituirá la materia de la siguiente generación de medios de comunicación en soportes "tradicionales". Son contenidos inteligentes, expresan en gran medida un arco de intereses de gran calado público, están fabricados por la propia audiencia y, por ahora, sólo están accesibles a los conectados. Esta es una limitación ridícula que debe resolver una nueva industria de la comunicación.

Los millones de personas no conectadas a las redes, o que se conectarán fundamentalmente a través de los móviles, no tendrán acceso durante mucho tiempo a estos contenidos que se encuentran, por lo general, en nuevos medios nacidos en Internet. A medida que el grado de inteligencia de la web se difunda y aumente, también aumentará la necesidad de exportar esos contenidos digitales al mundo atómico. La cuestión a dilucidar entonces (es decir, pasado mañana) es si esto sucederá a través de medios periodísticos parecidos a los que hemos conocido hasta ahora o, por el contrario, si veremos modalidades nuevas también importadas directamente desde Internet. Por ejemplo, periódicos gratuitos como los que comienzan a copar audiencias significativas en las grandes capitales.

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