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Cerebros conectados

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
07/1/2003
Fuente de la información: Revista en.red.ando
Lugar: Revista en.red.ando
Organizador:  Enredando.com
Temáticas:  Tecnología  Ciencia 

Cabeza loca no quiere toca

Año nuevo, predicciones viejas. Esa debería ser la lección del ejercicio típico de estas fechas: ¿qué nos deparará el año recién estrenado desde el punto de vista de la tecnología, o en concreto de la ciencia y las tecnologías de la información? Ray Kurzweil, en su evocativa obra "La era de las máquinas espirituales", traza el camino por el que ordenadores y mentes humanas alcanzarán tal grado de fusión en el futuro (en realidad, en los próximos años) que resultará imposible distinguirlos apropiadamente. Si esto sucediera, ¿cuáles serían los "derechos" de un ordenador capaz de trasvasar memorias o inteligencias humanas vivas (o muertas) y funcionar con ellas? ¿Qué constituiría entonces lo "humano"? ¿Cuánto se ha avanzado por este camino? ¿Veremos algo que despunte este horizonte durante el 2003?

En realidad, hace bastante tiempo que estamos "viendo" muchas de estas cosas, muchos de estos desarrollos, los cuales convergen hacia ese punto regido por la actividad cerebral biológica integrada en la computación artificial. Numerosas líneas de investigación y de aplicaciones, aparentemente sin mayor conexión entre ellas, forman, en realidad, las pinceladas de un cuadro que, al parecer, todavía no tenemos muchas ganas de ver. Pero hay muchos pintores ahí fuera participando activamente en la elaboración de este gran mural de la actividad cerebral combinada con ordenadores.

Neurociencia, realidad virtual, nanotecnología, técnicas varias de clonación, células madre, neurogénesis, pautas de conducta en entornos muy controlados, psicología social, ingeniería genética, secuenciación de genomas, todos estos campos contribuyen, cada uno a su manera, a acercarnos a una idea de ciborg que poco tiene que ver con la literatura de ciencia-ficción. La "gran fusión" entre la máquina y el ser vivo, sin embargo, está ocurriendo en el crisol donde se cuecen las tecnologías de la información, en particular la rápida maduración de la realidad virtual, en combinación con los discretos avances de la neuronciencia. Discretos por la dificultad actual de convertirlos en productos estrella de los tecno-supermercados. Pero significativos por lo que representan desde el punto de vista de creación de "cerebros ciber-biológicos" en el laboratorio.

William Ditto, cofundador del Laboratorio de Neuroingeniería en el Instituto de Tecnología de Atlanta (EEUU), sostiene que las primeras neurocomputadoras simples ya estarán operando en cinco años, a tiempo para cumplir con una de las predicciones de Kurzweil. Sus primeras funciones serán el reconocimiento de la escritura a mano, de la voz y los rostros, precisamente las líneas en las que destacó Kurzweil hace ya más de una década. Aunque estas tareas las puede realizar nuestro cerebro sin pestañear, representan la avanzadilla de otras para las que no estamos tan capacitados sin ayudas externas. Por ejemplo, estos sistemas biológicos/artificiales se dedicarán, entre otras cosas, a ordenar el tráfico en Internet o a guiar los sistemas de navegación de vehículos autónomos, que sí comportan funciones muy complejas en términos de computación.

Lo más interesante de todos estos esfuerzos, repartidos por centros de investigación sobre todo de EEUU y, en menor medida, de Europa y Japón, es que todavía nadie ha logrado emular una célula neuronal, no digamos ya una red de neuronas. Los intentos de hacerlo a partir del silicio o han fracasado, o se han convertido en sistemas tan complejos para realizar tareas muy simples que al final el esfuerzo no merecía la pena. La solución, como han planteado Kurzweil y otros investigadores, está emergiendo de la combinación de sistemas biológicos y de silicio, como se está haciendo en el Instituto Max Planck de Bioquímica de Munich. Allí se está construyendo este tipo de neuronas para averiguar cómo funciona la memoria y el aprendizaje en los humanos. Los componentes básicos de estos experimentos son dos neuronas de caracol inmovilizadas entre estructuras de silicio recortadas como las guías de un chip. En apenas dos días, las neuronas se extendieron para conectarse e intercambiar señales eléctricas entre ellas o con los electrodos del chip.

Caltech, en Pasadena (EEUU), ya ha logrado hacer "crecer" miles de neuronas en pozos grabados en obleas de silicio y conectadas con 60 electrodos que registran la actividad eléctrica de la red neuronal. Ésta, a su vez, forma parte del sistema nervioso de una rata virtual. De esta manera se ha conseguido que emerjan ciertas pautas de conducta a tenor de los diferentes estímulos que recibe la red, como lograr ciertos movimientos específicos del roedor digital. El objetivo, por ahora, es que la rata artificial se familiarice con el entorno virtual y este proceso de aprendizaje se refleje en nuevas conexiones a partir de las correspondientes señales que se transmitan por la red neuronal. Si, por ejemplo, el animal choca contra una pared virtual, la próxima vez debería "pensar" una estrategia para evitarla.

Neurocientíficos de la Facultad de Medicina de la Universidad Northwestern (Chicago) están realizando un experimento semejante, pero a mayor escala: con cerebros completos de lampreas (una especie de anguilas, más antiguas que los dinosaurios) para controlar un robot. Los sensores lumínicos de la máquina emiten señales que, tras ser procesadas por las células cerebrales, regresan a las ruedas del robot. De esta manera, el artificio recibe órdenes del cerebro para moverse hacia la luz o alejarse de ella. A la vez que se experimenta con procesos de aprendizaje tan básicos, los resultados pueden aprovecharse para desarrollar nuevos métodos de computación que diversifican hasta límites inimaginables las interacciones entre los chips de sustrato biológico/neuronal.

Estamos, pues, mucho más cerca de lo que nos imaginamos de tener que abordar algunas preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿qué tipo de organismo es el producto de tejidos neuronales de cerebros vivos insertados en máquinas? En principio, se trata de un organismo que no existe en la naturaleza; un organismo complejo, capaz de aprender, de almacenar memoria biológica y de aplicarla a tareas específicas a través de sistemas artificiales de computación. ¿Es un organismo biológico vivo? ¿Es un artificio vivo? Si se lo conecta con los cerebros de seres humanos, ¿dónde empiezan y terminan, en términos físicos y cronológicos, dichos cerebros? A pesar de la evidente trascendencia de estas cuestiones, ni los gobiernos, ni los organismos encargados de velar por las implicaciones éticas de investigaciones con tejidos biológicos, han dicho todavía ni una palabra al respecto.

¿Cuán lejos estamos de que estas investigaciones avancen hasta el punto de necesitar tejidos procedentes de nuestro cerebro, o a todo nuestro cerebro? ¿Se admitirán experimentos de esta clase? O, como dice Kurzweil, ¿tendremos que discutir primero la naturaleza y el estatuto jurídico de esta nueva generación de ordenadores? ¿Estamos promoviendo un salto evolutivo hacia "especies" de máquinas que, en definitiva, se articularán como los reinos... de qué tipo de vida?

Root Wolpe, del Centro de Bioética de la Universidad de Pensilvania y jefe de bioética de la Nasa, una de las pocas autoridades en la materia que se ha expresado públicamente al respecto, asegura que cinco años no son nada: "Debemos comenzar ahora mismo a conversar públicamente sobre las implicaciones de estas experiencias con tejidos neuronales. Nuestra sociedad debe decidir con pleno conocimiento de causa hasta dónde quiere llegar". He ahí un interesante desafío para el 2003, en el que se mezclan cuestiones contingentes -en las que la medicina ocupará sin duda un lugar preeminente- con otras de mayor calado, como el de una mutación del concepto de lo que entendemos como "lo humano" a partir de la transposición sustancial de funciones específicas entre máquinas y seres vivos.
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