|
 |
Una idea bajo el brazo
Autor: Luis Ángel Fernández Hermana 26/3/1996 Fuente de la información: Revista en.red.ando Temáticas:
Sociología
Historia red
Redes ciudadanas
Internet
|
 |
Editorial número 12
Ninguna maravilla dura más de tres días
Los estudios de la población de Internet se están revelando casi, o
más, complicados que los de la población del mundo real. Cada encuesta
modifica alegremente en varios millones los resultados obtenidos hace
tan sólo unos meses. Cada predicción sobre la evolución de la población
internauta hacia el año 2000 proyecta un margen de error que oscila
entre los 100 y los 500 millones de seres, lo cual no es un factor muy
operativo. Si hubiera que diseñar una política de vivienda con estos
resultados en la mano, no habría formación política capaz de aguantar
los disturbios sociales cada invierno ante los cientos de miles de
familias que se quedarían a la intemperie (doy por sentado que el
verano lo pasarían en España).
Uno tiene la impresión de que estos estudios de demografía
del ciberespacio adolecen de los mismos errores que suelen lastrar a
los de la población real. Errores inducidos, sobre todo, por la
adoración interesada de los criterios cuantitativos. Pareciera que la
dinámica de la población se exlicara tan sólo mediante el resultado de
contar hasta la última cabeza visible de la especie. Esta es, desde
luego, una postura reduccionista, pues los números no son el elemento
crucial que afecta al comportamiento global de la población, ni mucho
menos a la proyección de su evolución futura. El dato clave sigue
siendo el volumen de recursos utilizado por cada grupo de población
que, a fin de cuentas, determina en términos reales si hay aumento de
población o no. Para decirlo en palabras del eminente ecólogo catalán
Ramón Margaleff: "La única forma que tienen las poblaciones con pocos
recursos de mantener su capital génico es produciendo más hijos, que es
la forma como compiten los organismos. Ahora bien, la parte de la
población que se ha apropiado de los recursos en detrimento de la otra,
tiene un crecimiento de población mucho mayor en términos reales aunque
su tasa de natalidad esté en cero o sea negativa, porque cada nuevo
individuo en su sociedad es un consumidor potencial de un volumen de
recursos infinitamente superior al de cada individuo de las sociedades
pobres. Y esta relación es la que impulsa precisamente a estas
sociedades a incrementar su producción de hijos."
Algo parecido está sucediendo en Internet, aunque los
rasgos que determinan la dinámica de crecimiento de su población sean
lógicamente diferentes. Por cuestiones de espacio, merece la pena
examinar, aunque sea brevemente, dos de estos rasgos, quizá los más
sobresalientes por actuar como locomotoras de este proceso que mantiene
en constante incertidumbre a los demógrafos del ciberespacio.
Mientras que en el mundo real resulta todavía utópico
establecer una relación medianamente significativa entre cooperación y
competencia, en Internet funciona desde hace tiempo, aunque todavía no
ha alcanzado su madurez. Por la forma como se desarrolló la Red desde
el principio, la cooperación le imprimió un sello de identidad, una
especie de código genético. La descentralización y desjerarquización,
los dos factores que impulsaron su desarrollo y diseminación en los
años setenta y ochenta, alimentaron el esfuerzo cooperativo hasta convertirse
ésta en una fuerza que retroalimenta a las otras dos. Este proceso
atraviesa ahora su prueba más dura al entrar en juego la competencia
como un elemento nuevo a través de la explotación comercial de la Red.
Sin embargo, tal y como muchos utopistas han sostenido desde Thomas
More, la mezcla de competencia y cooperación en las proporciones
adecuadas resulta en un combinado explosivo para la imaginación.
Mientras la mezcla funciona, las variables "comerciales" y "sociales"
no logran imponer sus propia dinámica a la otra lo que, de suceder,
conduciría inevitablemente a procesos muy conocidos de esterilidad y
colapso.
Esta mezcla de cooperación y competencia es precisamente
la que está propulsando a Internet en esta fase. La conversión de la Red en una gran tienda —los parámetros económicos ahora son
indivisibles de los demográficos— no sólo convive, sino que en gran
medida depende, del componente social cooperativo que mantiene una
difusa cohesión en el comportamiento global de la Red. Nunca tanta
actividad comercial se ha desarrollado sobre un esfuerzo cooperativo de
tales dimensiones a fin de recrear constantemente a escala ampliada el
propio espacio electrónico donde tienen —y tendrán— lugar las
transacciones.
Competencia y cooperación son como los dos chispazos
necesarios para propiciar el rayo de la creación, como comprobamos cada
día que encendemos el ordenador y nos conectamos a Internet. Este es el
otro factor determinante a la hora de analizar la dinámica de la
población internauta. Los habitantes de la red, viejos y nuevos, no
vienen al ciberespacio sólo a mirar. Vienen a hacer cosas y, en lo
posible, a mejorar las existentes, y lo pueden hacer gracias a la
extraordinaria ayuda que reciben desde miles de lugares extraños donde
hay gente desconocida poniendo a su disposición potentes palancas que
ayudan a pensar, innovar, crear. Y al hacerlo, vuelven a modificar las
características de Internet. La avalancha de iniciativas están
transformando a ojos vista la forma de distribuir información, de
incorporar a nuevos y vastos sectores sociales a estas iniciativas que,
de paso, siembran las semillas para idear otras vías de comunicar mucho
más elegantes, entretenidas, efectivas y atractivas.
Este es el proceso fecundador que mantiene saturadas las
"salas de parto" de Internet. No asistimos a una explosión demográfica
cuantitativa —hoy somos 20 millones, pues dentro de un año seremos 40
y, a fin de siglo, unos 600 millones—, sino cualitativa —hoy somos
20 millones con estos servicios, esto contenidos, estas formas de
adquirir y distribuir información y conocimientos, pues su modificación
y enriquecimiento triplicará el atractivo sobre los nuevos potenciales
usuarios y casi seguro que a finales de siglo habremos desbordado por
tres cualquier previsión—. Mientras tanto, todos seguimos hablando de
Internet por pura convención, aunque en realidad todo apunta a que
estamos entrando en un espacio virtual diferente. Basta echar un
vistazo a lo que era Internet hace dos años para comprobar (sin
nostalgia) que las cosas ya no son lo mismo. Ni la información se
distribuye de la misma manera, ni el usuario de dicha información se
comporta de igual manera frente a ella. Internet cambia ante nuestros
ojos precisamente por la presión creativa que ejerce la población
internauta, y no sólo por el valor cuantitativo de su adhesión. Cada
Internauta viene al mundo ciberespacial con una idea bajo el brazo. Y
la suma de estas ideas posiblemente esté cambiando radicalmente lo que
hasta ahora llamábamos Internet y esté dando a luz a un fenómeno nuevo
cuyos rasgos esenciales, aunque basados en la distribución de
información y conocimientos por medios electrónicos de manera
interactiva, están apuntando a horizontes diferentes.
|
|
 |
 |
 |
|  |
Búsqueda avanzada |
 |
|